miércoles, 30 de abril de 2014

VALIENTES

Hace casi 3 meses te fuiste, Ricardo.
Hace menos de un mes emprendiste tu viaje, Yasna Rocío.
Anoche dejaste la ciudad, Fernanda.
Los tres algún día volverán a Chile. Los tres ya me hacen mucha falta.

Admiro tu radicalidad, Ricardo, al seguir fielmente tu vocación, al decidirte de por vida por el sacerdocio, sabiendo que apuestas por una vida nueva y desconocida. Por una aventura que hoy goza de poca fortuna y se rodea de hirientes prejuicios que no hacen más que confundir. Ante eso no dudas, ni desfalleces, por el contrario tu fe se fortalece y se anima.

Admiro tu heroísmo, Yasna Rocío, al querer jugártela por un continente que respira pobreza, pero late alegría. Tú, amiga, serás una señal de aquello en esa tierra, tú que eres la que dibuja la luna nueva en tu sonrisa. Dormir en hojas de banana, caminar cuesta arriba en la montaña, pasar hambre y cansancio no son las mayores hazañas al lado de la superación de los naturales miedos que te invadían/invaden.

Admiro tu capacidad de servicio, Fernanda. Dejaste una estupenda vida, a una familia hermosa, amigos que te queremos, un buen trabajo… Todo por una sola motivación nacida desde el corazón: servir a Schoenstatt y a María. Movida por la convicción de que esa Alianza de Amor te impulsa, empuja, y urge a servir.

Sé que cuando Dios guía, uno no debería sentir miedo, porque cuando un niño toma de la mano a su madre tiene la certeza de que ella no lo hará caer en un hoyo o tropezar con una piedra; pero es humano que ese sombrío sentimiento ataque y brote ante magnas andanzas que ustedes han iniciado.

Ustedes son valientes como quisiera serlo yo. Como quisiera que lo fuera este mundo que se asegura y no se arriesga. Admiro, por sobre todo amigos, vuestra valentía.

Sé que ustedes volverán. Sé que nos veremos de nuevo. Sé que nos vemos cuando cerramos los ojos y juntamos las manos… a veces con eso basta. Pero sé que volverán distintos... en efecto, espero que vuelvan distintos, que -ustedes que ya son buenos- vuelvan mejores, que regresen con las mochilas cargadas y las manos gastadas. Que las piernas estén cansadas, que los hombros pesen, que la espalda cargue… pero sobre todo, que los ojos brillen, que la boca cuente y que los brazos abracen.

Que Dios los siga bendiciendo. Que a través suyo bendiga a los que abracen.

Rezo por ustedes, valientes amigos.