Te mentiría
si te dijera que escogimos tus nombres por su significado o por alguna razón
especial que nos llevó a esa decisión. La verdad sea dicha: la primera
motivación fue que sonaran agradables al oído y combinaran bien entre sí.
Sin embargo,
mientras más pasan los días, más me convenzo de que tus nombres llevan un
significado maravilloso y que fue Dios -de manera muy sutil como Él suele
hacerlo- quien nos susurró esos nombres al corazón.
“Dios es
Padre, Dios es bueno, y bueno es todo lo que Él hace” he escuchado en
innumerables oportunidades, y creo en ello profundamente. Nada que venga de
Dios puede ser malo, nada que provenga desde el Cielo viene con cuota de maldad
alguna, tal vez en el camino se dañe o se corrompa, mas en su esencia es algo
bueno. Por lo tanto, Celeste, en tu esencia, por el Amor de tus padres, eres
buena y eres voluntad de Dios, porque llegaste del Cielo.
“Ama y haz
lo que quieras” es la mejor definición de libertad que conozco. Si el Amor es
tu imperativo, todo lo que hagas será bueno también. Ama primero, y haz lo que
quieras después, en ese orden. Lo que provenga del Amor, así como lo que
proviene del Padre, no puede darnos luces más que de su voluntad y de su plan
amoroso. El Evangelio dice “Busca primero el Reino de Dios y su perfecta
justicia, y lo demás llegará por añadidura” (Mt 6, 33). Creo que San Agustín
leyó este versículo antes de definir la libertad. En la medida en que luchemos
por prolongar el Reino del Cielo en la tierra lo que venga de la mano serán
bendiciones; en la medida en que nos preocupemos del amor y de cultivar ese
amor, lo que venga a partir de ello serán bendiciones también. Por eso, amada
Celeste, tu segundo nombre es Agustina, porque San Agustín bien sabe del amor y
de sus frutos.
Dios nos ama
y llama por nuestro nombre. En ti, hija mía, no cabe duda de que es así.