martes, 30 de julio de 2013

Filosofía intercultural y Fe. ¿Nada qué decir? (y 3era parte)

Finalmente, si hubiese que hacer un resumen del mensaje del Cristo, sólo habría que remitirse a cualquier Evangelio y buscar qué responde Jesús cuando le preguntan el más importante de los mandamientos (Mt 22, 34-40). No por nada este relato está en los cuatro Evangelios, sino justamente porque era importante que todas las primeras comunidades cristianas que tuvieran acceso a alguno de ellos, no dejara de recibir este mensaje. Dice el Señor que los mandamientos más importantes son amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como uno mismo. Tan fácil como eso. Reconoce, con esto, la importancia del otro, el prójimo; y la importancia del amor universal de Dios, o en términos interculturales, el amor multiversal de Dios, donde cada cual es importante por sí mismo, pero dentro de una comunidad. Un ejemplo claro de esta multiversalidad de Dios es encontrada en los diferentes relatos en que Jesús se relaciona con extranjeros, siendo Él judío, y siendo mal visto por los judíos establecer dichas relaciones. Por ejemplo: Jesús y la mujer sirofenicia (Mc 7, 24-30), relato sobre el que Dolores Aleixandre Parra, teóloga y religiosa española, basa la redacción de un hermoso artículo titulado “Jesús y la mujer sirofenicia. Una historia desde la frontera”[1]. Otro ejemplo es la conocida parábola del Buen Samaritano, cuyo principal mensaje no es la solidaridad, sino la solidaridad de un extranjero, casi de un “enemigo” para la realidad judía de antaño. Por último, y el más polémico de los ejemplos de la interculturalidad de Cristo lo encontramos en la historia de los sabios de Oriente que vienen a visitar al Niño Jesús en el pesebre trayéndoles ofrendas de oro, incienso y mirra. ¿Por qué polémico? Porque, aunque para muchos es de lo más hermoso de la Navidad, e infaltable figura del pesebre es, seguramente, un relato simbólico, bajo ninguna circunstancia, histórico. Justamente el relato es similar al relato de la Reina de Saba y el Rey Salomón del Antiguo Testamento (1Re 10,1-13), cuya importancia radica en que el mensaje de Dios es para todas las naciones. Los evangelistas repiten este relato -tan popular entre la cultura judía- porque es necesario recalcar ese elemento  en Cristo: su universalidad.

“Uno empieza a ser intercultural cuando es capaz de transgredirse a sí mismo” se dijo en la cátedra de Filosofía Intercultural, ciudadanía y reconocimiento, y en esto, humildemente, Jesús nos lleva la delantera por mucho: “Si alguno de ustedes quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día, y sígame” (Lc 9, 23). Y lo más importante de esta exigencia es que Él mismo la hace vida con su propia muerte.

Comunicación y universalidad son fundamentales para entender la Filosofía Intercultural y, como conclusión, es importante destacar que hoy en día estos elementos están -más que nunca- sobre el tapete y son fundamentales a la hora de relacionarnos. La fe nos puede ayudar en esta relación, aunque también, mal entendida nos puede alejar. Lo que sí es cierto e irrefutable es que en nuestro interior hay más que sangre, y vísceras… también hay algo que nos hace seres espirituales y trascendentes, y ahí la religión tiene mucho que decir, no sólo la religión cristiana, sino toda religión que busca dar respuesta a la vida del hombre… perdón, del ser humano. Hoy la filosofía y la fe tienen mucho que decir.



[1] Dolores Aleixandre Parra, Concilium: Revista Internacional de Teología, ISSN 0210-1041, N° 280, pág. 99-106. Estella (Navarra) 1999.

lunes, 29 de julio de 2013

Filosofía intercultural y Fe. ¿Nada qué decir? (2nda parte)

¿Cuáles son los principales aportes de la Filosofía Intercultural según Raúl Fornet Betancourt a nuestro tiempo? El rescate del valor de la experiencia, de la práctica, en fin ¡de la vida! por sobre la teoría y los conceptos; el reconocimiento de una excesiva validación a la ciencia y al pensamiento científico en desmedro de otras prácticas consideradas “rituales” o a veces “simples tradiciones”; la denuncia del conocimiento como propiedad exclusiva de las universidades e instituciones de investigación descartando de plano la posibilidad del conocimiento en la cotidianeidad y lejos de dichas entidades; y, por último, y quizás el punto más “actual” es la importancia de la comunicación y la universalidad en el mundo de hoy, tan globalizado como lo conocemos.

En las siguientes líneas se describe cómo el Proyecto de Jesús, hace dos mil años atrás, no difiere de lo que hoy llamamos Filosofía Intercultural, sino que nos acerca a ella entendiéndola desde un punto de vista religioso -claro está- pero también social, pues es necesario recordar que en los tiempos del Cristo lo religioso, lo político, lo económico y lo social eran una sola realidad, y como sabemos, la Filosofía Intercultural es importante para pensar lo social.


En primer lugar: la experiencia es un punto en común fundamental. Pues la Filosofía Intercultural destaca la experiencia, ya sea como primera fuente de conocimiento, de exploración de la realidad, como garantía de la realidad, etc. En el Cristianismo se parte de la base que cualquiera puede conocer a Jesús, pero quien realmente lo sigue y se convierte a su mensaje es quien ha tenido una experiencia de encuentro con él. Nadie puede amar lo que no conoce. Si bien cada cual es libre de seguirlo (Lc 5, 28) o no (Mc 10, 22), sigue siendo esencial esa experiencia personal con Él.

Sobre el conocimiento, el Nuevo Testamento es bastante categórico al poner en boca del Mesías una oración dirigida a Dios en la que sitúa el conocimiento en un lugar poco reservado para ello: los sencillos, los pobres, los pequeños. Dice Jesús “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). ¿Podría estar más de acuerdo con lo que afirma la Interculturalidad? Hemos relegado el conocimiento terapéutico de las abuelas o las machi a una simple mitología y folklore de antaño; hemos dejado de escuchar al “maestro” carpintero y hemos puesto nuestros oídos en poco experimentados ingenieros y arquitectos; hemos reemplazado el mejor abono natural por químicos y tóxicos más económicos y supuestamente más efectivos; hemos dejado de orar, porque no podemos comprobar a Dios, porque ningún médico ha encontrado aún, el lugar físico donde se aloja el alma o la enzima que nos convierte en seres espirituales y sociales ¿Por qué? Porque así lo avala el conocimiento científico, porque así lo exige nuestro medio occidentalizado, porque así lo hemos querido decidir.


domingo, 21 de julio de 2013

Filosofía intercultural y Fe. ¿Nada qué decir? (1era parte)

Hace varios años cursé un ramo en la universidad llamado "Filosofía Intercultural, ciudadanía y reconocimiento". 

Estaba en el último año de la universidad y me faltaba realizar un curso electivo. Con la práctica profesional y el trabajo copando casi toda mi disponibilidad horaria semanal, mi primer criterio al momento de escoger un curso era el horario. Finalmente éste ramo se acomodaba a mi rutina y resultó ser el curso que más disfruté y en el que más aprendí. Mérito para los profesores relatores: Ricardo Salas y Mario Samaniego.

Aquí les entrego uno de los trabajos que realicé para el ramo y que desempolvé hace un par de días a pedido de un amigo. 

Filosofía intercultural y Fe. ¿Nada qué decir?

Aunque hoy ambas disciplinas, fe y filosofía, son vistas como una pérdida de tiempo, como materia para curas y filósofos (y nadie más), como “adornos y relleno” en la formación curricular de algunas carreras… sin duda tienen mucho que decir a nuestro mundo actual. Un mundo que se niega a creer más allá de lo que ve; un mundo que se niega a pensar más allá de lo que necesita; un mundo que se niega a relacionarse más allá de las conveniencias.

Es difícil decir exactamente desde cuando se acuña el término “Filosofía Intercultural”. Tal vez desde hace una década con los aportes de Franz Martin Wimmer, en Viena. O más bien desde antes con los trabajos publicados por Raúl Fornet Betancourt en Alemania, durante los años 1995 y 1998… Pero lo cierto es que el pensamiento de interculturalidad, con todo lo que ello implica ha estado presente por siglos en nuestro mundo. Oculto, tímido, opacado e, incluso, oprimido en muchos casos por las sociedades en las que se ha debido desenvolver el hombre en las diferentes épocas de la historia de la humanidad.

 Si bien es la historia de Occidente la que ha estado marcada por el cristianismo y fueron los colones europeos quienes trajeron -de una forma muy poco cristiana- dicha fe a nuestra Latinoamérica, podemos reconocer en el proyecto cristiano de Jesús un acercamiento al pensamiento intercultural que hoy perseguimos, siendo Éste bastante radical, concreto y vigente.