lunes, 29 de julio de 2013

Filosofía intercultural y Fe. ¿Nada qué decir? (2nda parte)

¿Cuáles son los principales aportes de la Filosofía Intercultural según Raúl Fornet Betancourt a nuestro tiempo? El rescate del valor de la experiencia, de la práctica, en fin ¡de la vida! por sobre la teoría y los conceptos; el reconocimiento de una excesiva validación a la ciencia y al pensamiento científico en desmedro de otras prácticas consideradas “rituales” o a veces “simples tradiciones”; la denuncia del conocimiento como propiedad exclusiva de las universidades e instituciones de investigación descartando de plano la posibilidad del conocimiento en la cotidianeidad y lejos de dichas entidades; y, por último, y quizás el punto más “actual” es la importancia de la comunicación y la universalidad en el mundo de hoy, tan globalizado como lo conocemos.

En las siguientes líneas se describe cómo el Proyecto de Jesús, hace dos mil años atrás, no difiere de lo que hoy llamamos Filosofía Intercultural, sino que nos acerca a ella entendiéndola desde un punto de vista religioso -claro está- pero también social, pues es necesario recordar que en los tiempos del Cristo lo religioso, lo político, lo económico y lo social eran una sola realidad, y como sabemos, la Filosofía Intercultural es importante para pensar lo social.


En primer lugar: la experiencia es un punto en común fundamental. Pues la Filosofía Intercultural destaca la experiencia, ya sea como primera fuente de conocimiento, de exploración de la realidad, como garantía de la realidad, etc. En el Cristianismo se parte de la base que cualquiera puede conocer a Jesús, pero quien realmente lo sigue y se convierte a su mensaje es quien ha tenido una experiencia de encuentro con él. Nadie puede amar lo que no conoce. Si bien cada cual es libre de seguirlo (Lc 5, 28) o no (Mc 10, 22), sigue siendo esencial esa experiencia personal con Él.

Sobre el conocimiento, el Nuevo Testamento es bastante categórico al poner en boca del Mesías una oración dirigida a Dios en la que sitúa el conocimiento en un lugar poco reservado para ello: los sencillos, los pobres, los pequeños. Dice Jesús “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). ¿Podría estar más de acuerdo con lo que afirma la Interculturalidad? Hemos relegado el conocimiento terapéutico de las abuelas o las machi a una simple mitología y folklore de antaño; hemos dejado de escuchar al “maestro” carpintero y hemos puesto nuestros oídos en poco experimentados ingenieros y arquitectos; hemos reemplazado el mejor abono natural por químicos y tóxicos más económicos y supuestamente más efectivos; hemos dejado de orar, porque no podemos comprobar a Dios, porque ningún médico ha encontrado aún, el lugar físico donde se aloja el alma o la enzima que nos convierte en seres espirituales y sociales ¿Por qué? Porque así lo avala el conocimiento científico, porque así lo exige nuestro medio occidentalizado, porque así lo hemos querido decidir.


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