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viernes, 11 de enero de 2019

¿DESCANSAR?


Hoy día muchas personas, al ver mi pena, me han dicho “tranquilo, Álvaro. Ahora la Sole está descansando”. Cada vez que decían eso, venía solo un pensamiento a mi mente: “¿la Sole descansando?”. Creo que no te conocían bien, o es lo que uno suele decir automáticamente en estas situaciones.

Yo te conocí hace muchos años. Eras la señora que llevaba a su hijo al Santuario para que algunos jóvenes -como yo en ese entonces- le enseñáramos sobre la Mater y sobre Schoenstatt; eras la mamá del “Jose” en los Escuderos (antes de ser “maestro”); eras la “tía Sole”… desde ese tiempo te conozco y nunca te vi tranquila, nunca te vi descansar.

Siempre terminábamos los campamentos con una misa a la que asistían los papás y tú, con Sergio, siempre estuvieron ahí: sentada en los fardos que poníamos como asientos en una improvisada capilla al aire libre, con mosquitos asechando la piel, con el sol de verano en algún campo cercano a la ciudad. Era clásico verte llegar al Santuario en el station wagon blanco a dejar o buscar a Maestro a alguna actividad. Recuerdo una vez que con pena me contaste que José Ignacio no estaría en una misa en la que recibiría el blasón de Cruzados, porque tenía un partido de fútbol y él había optado por asistir a eso por el bien del equipo. Pero también me dijiste que él iba a aprender una lección de eso… y de seguro lo hizo. Por eso, ese día “Mao” recibió su blasón solo en el Santuario. Eras, hasta el último día, la fan número uno de "la generación de Wense", de ese grupo de escuderos/cruzados/pioneros en los que estaba Jose, Mauro, Mao, Pivi, Cristián, etc. “Esa generación sí que salió buena ¿ah?” me decías cada vez que tocábamos el tema.

La vida nos siguió uniendo a la sombra del Santuario. Fueron años de compartir misas, vigilias, retiros y cuánta cosa nos vinculara a ese lugar tan amado para ti. Tu Ayinrehue. En alguna de esas conversaciones de “¿cómo llegaste a Schoenstatt?” tan típicas, me dijiste que siempre habías estado metida en la Iglesia, pero que cuando -junto a Sergio- llegaste a Schoenstatt supiste que era tu hogar. Y así lo fue hasta el último de tus días. Era raro pasar por el Santuario y no encontrarte rezando o caminando por ahí, con Sergio o tu inseparable amiga “chica Liz”, incluso en los días más difíciles, con tu bastón y del brazo de tu fiel marido, tu “monito”. Recuerdo, hace muchos años, que fuiste la primera en verme de la mano con una de mis expololas ¡cuándo estaba a minutos de pedirle pololeo! Pasaste por al lado sin decirme nada, aunque tu pícara sonrisa lo decía todo. No pasó mucho rato para que me llegara un mensaje de texto molestándome con tu característico humor negro, poco entendido por muchos.

No olvido una de tus facetas más enérgicas en Misiones familiares en Huequén ¡Qué hermosos días! Jugando, caminando, saltando, riendo, rezando, levantándose temprano, bailando… Siempre inquieta. Pero lo que más recuerdo de esa experiencia es una lección que -hoy que soy padre- atesoro profundamente: estábamos en una competencia divertida, de padres e hijos y tú viste un papá que, sin ninguna mala intención, hizo trampa para ganar y “hacerse el chistoso”. Ante eso tu dulce sonrisa cambió y le dijiste seria “los niños están mirando” con una noble claridad sobre tu rol de madre en todo minuto. Me pareció un poco grave al principio, pero, hoy que conozco a José Ignacio y a Florencia, me doy cuenta de que ese mensaje se transmitió perfecto.

¡Años más tarde Dios se encargó de hacernos compadres! Maestro me pidió que fuera su padrino de confirmación y desde ahí dejaron de ser “el tío Sergio” y “la tía Sole” y se convirtieron en “mis compadres”. ¿Qué dificultad podría haber tenido mi rol de padrino si tú y Sergio eran los papás de mi ahijado? Creo, en cierta medida, que ustedes se convirtieron extraoficialmente en padrinos míos.

A Dios no le bastó todo esto, pues años más tarde te convertiste en mi colega en tu querido Greenhouse. Ahora eras la “Miss Sole”, querida por muchos y odiada por otros. Tuvimos nuestros momentos de dulce y agraz, pero sobre todo sostuvimos conversaciones sumamente importantes y profundas. Tu preocupación porque toda la comunidad creciera en su amor a Dios era impresionante. Te vi muchas veces desilusionada y casi perdiendo la esperanza, pero eso no duraba mucho, porque pronto emprendías un nuevo proyecto.

Los alumnos nunca lo supieron, pero eras una de nuestras mentes creativas en el Departamento de Religión y Pastoral cada año cuando había que inventar algo para presentar en “el día del alumno”, y siempre destacamos con nuestros números… excepto cuando representamos “La corte de la Olla” (idea tuya), porque nos salió pésimo y nadie se rió. Al terminar el show, me miraste con cara de rabia/frustración/risa y me dijiste “¡qué cuestión más fome!”.

Tampoco lo saben tus exalumnos, pero estabas siempre pendiente de tus alumnos ateos. Tenías fama de “tenerle mala” a los ateos, sin embargo, ellos no saben, que eran los que más querías y por quienes más te preocupabas. Particularmente recuerdo ese IV° medio Oak que no pudiste acompañar a la gira, ya que apareció la primera etapa del cáncer ¡qué lindo discurso les diste en la cena de despedida de los profesores! ¡Siempre pidiéndoles que no cierren su corazón a Dios y siempre con esperanza de que te harían caso!

Tuve el regalo de acompañarte en tus bodas de plata. Sabiamente el Padre Enrique mencionó que tú y Sergio eran muy parecidos, pero muy diferentes a la vez: ambos eran “como el agua” -dijo- pero uno era un lago sereno y profundo, y otro era una cascada potente y dinámica. “Yo no lo diré -aclaró el Padre- ustedes deben adivinar quién es quién”. No fue difícil. Sergio se mantuvo incólume con su mirada en el altar; y tú volteaste el rostro hacia él bruscamente buscando alguna expresión. Luego miraste hacia atrás a los asistentes muerta de la risa... Por estas cosas me sorprende cuando la gente dice que estás descansando. ¡Si ni en misa estabas tranquila! Recuerdo una vez que tu pobre “monito” se equivocó y respondió “¡y con tu espíritu!” fuertemente en medio de una lectura (la típica de San Pablo donde todos se confunden) y tú explotaste de la risa, situación que se mantuvo durante toda la ceremonia.

Siempre te preocupabas de que el Departamento de Religión estuviera unido. Tu casa fue sede de varias comidas y encuentros. Gozaba escuchando las historias del postítulo que hicieron juntos con Manuel, de solo verlos cómo disfrutaban recordando, pelando a “ambrosito” entre otros. Nos atendías maravillosamente y cocinabas como los dioses… aunque, seamos sinceros, la mejor comida fue la que preparé yo en el Colegio: el disco de mariscos. Este último año sin ti en el Colegio repercutió en nuestro Departamento, se notó tu ausencia. Aunque tu desorden, perdón, tus carpetas, estuvieron hasta hace poco en el estante. Nos reímos al guardar y botar un montón de cachureo guardado hace años, en ese mismo lugar que arreglamos el mundo conversando.

Siempre muy espiritual, pero también muy humana. Nos reímos meses después, al recordar que cuando vino el Papa a Temuco y te arrepentiste profundamente de haberte ido tan temprano por el frío que hacía. Como yo era guardia papal podía pasear por todo el lugar y, cuando pasé por tu cuadrante, me llamaste desde la reja y me dijiste abrigada hasta las orejas "te pago lo que sea por un café". Te costaba disimular cuando algo no te gustaba (por ejemplo cuando te conté que iba a ser papá. Jajaja. No olvidaré jamás la cara de sorpresa que pusiste). Más de una vez me alegaste por algún curso difícil. Etc.

Finalmente llegó el cáncer. Ese que amenazó y venciste por varios años. Ni siquiera eso te hizo descansar. Cuando fui a verte a Santiago con la Paola nos atendiste tú como si nada pasara, y eso que hace poco habías estado en tratamiento. Nos preguntabas todas las copuchas del Colegio, pero sabías más que nosotros. Estabas tan feliz porque la Sofi y la Dani fueron a verte ese mismo día… y antes la Conty …y antes otras exalumnas... y antes otros más. No faltaba con quien tomarse un cafecito, de esos que tanto disfrutabas. Aunque no era tan buen panorama como los sagrados cafecitos con “la chica Liz” obviamente.

“¿Cómo está la salud, Miss?” te pregunté varias veces, y tú me respondías entre risas “vamos bien, dijo el pavo en la puerta del horno”. No hubo como cambiar tu humor. Te pedí que fueras a dar testimonio a Misiones y no podías, pero me diste otras alternativas “dile a los Junod o los Troncoso… aunque son más o menos no más jajaaj” me respondiste en broma. Eso fue lo último que hablamos por watsapp. Hasta el último tiempo feliz y, sobre todo, agradecida de la vida y de Dios por hacerte sentir su hija amada.

Hoy en la tarde le conté a la Celeste que tú ya te habías marchado y me dijo que le daba pena porque le gustaba cuando tú la saludabas en el Santuario. Más tarde, durante la misa que celebramos por ti, la Celeste me preguntó "¿quién es la Sole? Vas a tener que mostrarme una foto porque no me acuerdo de ella". Así que ya me dejaste una tarea importante, que mi hija no te olvide.

Tú fuiste quien preparó a mi mamá para que hiciera su alianza de amor (y a tantos otros), preparaste matrimonios jóvenes (charlas que te apasionaban hasta lo más profundo), fuiste jefa de familia junto a Sergio, fuiste a la gira de estudio con tus alumnos, el último tiempo te dedicaste a pintar con tu amiga del alma, Erna, en fin… Hoy ya no estás con nosotros, pero no estás descansando, de eso estoy seguro, porque Dios te creó para trabajar por su Reino y, a partir de hoy, lo harás desde el Cielo, como un angelito cuidándonos, pero sin descanso, no me cabe duda.

Hasta siempre tía, comadre, miss, colega, amiga, hermana en la alianza.
Quedamos en eso…

viernes, 27 de julio de 2018

DIAGNÓSTICO EQUIVOCADO


Todos los colegas dicen que tienes déficit atencional, que no eres bueno en los estudios, que te cuesta, que tal vez no pases de curso, que esto, que lo otro... Pocos ven lo que yo veo. Solo yo soy testigo de lo orgulloso que estás de haber ganado el premio de religión el año pasado y de lo decidido que estás a ganártelo nuevamente. ¡Esa es determinación!

¿Déficit atencional? Lo dudo. En misa eres de los pocos que se concentra en lo que pasa sobre el altar. Corrijo: SOLO te concentras en lo que pasa sobre el altar. A tu lado todos hablan, se ríen, conversan. Alrededor puede caerse el mundo, pero tú estás tan inmerso en el milagro que sucede frente a ti, que nada parece perturbarte. Es tanta la concentración en la eucaristía que, casi como flotando, te sales de la fila, y te acercas muy lentamente hacia el altar hasta que algún profesor debe decirte “F, vuelve a tu puesto”. Solo ahí reaccionas, pero no te importa, y está bien que así sea, porque estás consiente de lo realmente importante: el milagro de la presencia de Jesús en medio nuestro por medio de la eucaristía.

¿Déficit atencional? ¡Definitivamente no!
¿Existirá algún nombre para lo que tú padeces? Me arriesgo en diagnosticar una profunda necesidad de descubrir a Dios en lo más sencillo y una focalización única en lo realmente importante.

Gracias por sufrir este “mal” que tan bien nos hace, querido "F".

martes, 30 de enero de 2018

EL VIEJITO DEL TAXI (El Papa II)



Unos días antes de que el Papa llegara a Chile, me tocó subirme a un taxi con un conductor muy particular. De pelo cano, sus arrugas revelaban su avanzada edad o su dura vida. Se acomodaba en el asiento cada treinta segundos y su radio no funcionaba (probablemente a propósito para obligar la conversación). En su taxi no había ningún “Dios es mi copiloto”, tampoco ninguna Virgen del Tránsito. De su espejo no colgaba ningún rosario, sino una mano pintada en tempera roja sobre una hoja reforzada con scotch, claramente de una niña pequeña. Muy amable en el trato, brusco en las curvas y torpe en cada frenada. 

Las banderas del Vaticano y de Chile adornaban Caupolicán y daban inicio a nuestra conversación. “¿Al final cual va a ser el recorrido del Papa?” preguntó interesado. Le conté lo que sabía y busqué en mi celular un programa de toda la visita que hace poco me habían enviado. Se lo leí y conversamos mucho. No pude disimular mi alegría por su visita. De pronto él se sincera: “Yo no soy partidario del catolicismo ¿ah? Pero voy a ir a ver al Papa. Quiero saber qué se siente estar ahí y ver al Papa. Imagínese lo importante que es para mucha gente -manifestó con entusiasmo-. Yo tengo dos nietas y quiero llevarlas. Tengo que ponerme de acuerdo con mi hija y traerme a mi nieta desde Victoria”. “Me imagino que esa manito que cuelga ahí es de su nieta” lo interrumpo indicándole el espejo retrovisor. “Sí -me dice- es de ella. La Amandita” me explica todo el plan que tenía para que su hija lo acompañe y, así, ella pueda llevar a una de las niñas en brazos y él sujetar a la otra de la mano.

Llegamos a destino y la conversación llega hasta ahí, pero sus ganas de ver al Papa no. Estoy seguro que fue a verlo. Le recomendé la esquina de Varas con Caupolicán y me lo agradeció mucho. Espero que haya visto de cerca el rostro del Papa, pero sobre todo espero que haya visto su corazón.


lunes, 29 de mayo de 2017

EL SECRETO DE "J"

Los tiempos de Dios no son los nuestros. Eso lo tengo claro... al menos en el discurso. Pero Dios se encarga de recordármelo sutilmente.

Siempre que voy a Misiones tengo la intención de escribir sobre alguna experiencia vivida ahí y digna de compartir, pero una vez más Dios me hace un “tapaboca” recordándome dejar de lado la soberbia y los egoísmos. Más aún si considero que este año el lema hablaba de abandonar todo en manos de María, como Ella lo hizo en manos de Dios.

No quiero decir con esto que no hubo nada digno de publicar, ni mucho menos. Muy por el contrario, fue una Misión espectacular y rica en aprendizajes… pero Dios se encargó de hacerme esperar varios meses para encontrar la experiencia más importante de estas Misiones.

Hace unos días estaba conversando con "J", una alumna a la que no le iba bien el Colegio, solía pasar de curso a final de año siempre “con lo justo” y con una angustia propia de la situación. Le pregunté cómo estaba, cómo iba su rendimiento en este año. Sorprendentemente me dijo que le estaba yendo excelente, que sus notas eran muy buenas, a pesar de que este año era más difícil. Luego de esto tuvo una explosión de sinceridad maravillosa y, casi como desahogándose, me dijo “Sir, lo que pasa es que… yo le voy a contar. Desde que fui a Misiones todo cambió. Lo que pasa es que en Misiones yo necesitaba que Dios me ayudara con algo, y le pedí que me cumpliera eso, recé mucho, y lo cumplió. Desde ahí que cuando necesito algo rezo con fuerzas y Dios siempre cumple lo que le pido, por ejemplo ahora le he pedido que me vaya bien en el Colegio, o más bien, que me haga entender, que todo el tiempo que invierto en estudiar tenga fruto, y así ha sido hasta ahora”. Le expresé mi alegría por lo que me contaba y ella sonreía reflejo de un gozo inmenso en el corazón, contrario a la angustia que manifestaba cada final de semestre.

Ahora, cada vez que me cruzo con J en el pasillo o el patio, me sonríe como recordándome que yo sé su secreto. Y lo sé. Eso me alegra el alma: saber que por las Misiones J incrementó su fe y, más aun, saber que Dios le responde a esa fe.


jueves, 25 de agosto de 2016

DIOS ES ABUELO II


Hace unos días estuve en el III Congreso de Educación Católica de la diócesis, cuyo tema era la Educación y las familias. Fue una experiencia muy positiva de la cual me llevo muchos aprendizajes nuevos, y la corroboración de otros. Dentro de ellos el siguiente:

La primera charla del congreso hablaba sobre la realidad de las familias en la región y el país. La relatora contó una experiencia que me parece, al menos, interesante. Contaba que dentro de una investigación que realizó en Alto Bío-Bío con un grupo de niños pehuenches, varios niños declaraban que eran castigados por sus padres cuando se portaban mal o les iba mal en el colegio. Por lo general recibían “varillazos” en sus piernas, y las únicas personas que los defendían eran sus abuelos. Por lo tanto -y he aquí la corroboración de un antiguo aprendizaje- ellos anhelaban que sus papás envejecieran, pues tenían la esperanza de que siendo “viejitos” iban a ser buenos.
Hoy que se cumple un nuevo aniversario de tu muerte, abuelita, puedo decir nuevamente y con más convicción ¡Dios es abuelo! 

¡Cómo quisiera que hubieras conocido a la Celeste! Pero sé que la cuidas desde el Cielo =)

sábado, 6 de agosto de 2016

LA INVITACIÓN

Hace un tiempo esto me hubiese enojado. Pero hoy me alegra. Me alegra mucho.

Día miércoles. Misa de 6º a 8º básico.
Hago la fila para comulgar y delante mío va NA.
Él va atento a los demás, va mirando a la gente que está sentada en las bancas.
No pretende saludar, no pretende ser popular entre sus compañeros, no quiere figurar.
Solo quiere compartir lo que él ama, lo que a él le da alegría, lo que él sabe que es importante: comulgar.
Con un gesto pequeño que hace con su mano, invita a sus amigos a unirse a la fila. Le va mal con la mayoría... justamente porque él sabe a quien invitar: a los más desordenados, a los que están más lejos, a los que tienen miedo, a los que tienen dudas, a los pecadores, es decir, a los que requieren de Jesús, como Él mismo dijo (Lc 5, 31).
Más de alguno acepta su invitación, rompe con su timidez y se acerca al Señor.
Con eso basta. NA lo ha logrado. Cumple su objetivo... y, sin saberlo, logra una gran sonrisa en su Profesor.
Ahora espera el próximo miércoles para seguir invitando.
Ahora espero el próximo miércoles para hacer lo mismo.

viernes, 24 de junio de 2016

DESALENTADOR

Hace algunas semanas los Profesores de Religón de la diócesis tuvimos una reunión con el obispo. Él inició un diálogo muy interesante sobre nuestra labor... Sin embargo hubo algo que me pareció un poco triste y desalentador: En un momento dado, monseñor citó al Principito "Lo esencial..." y todos respondieronal unísono "...es invisible a los ojos". Pero cuando citó la Sagrada Escritura exclamando "Señor ¿a Quién iremos? Sólo Tú..." nadie respondió "...tienes palabras de vida eterna".

Me parece que el desafío es más grande de lo que pensaba.

martes, 15 de marzo de 2016

PEREGRINOS DEL AMOR



Cuando el Padre hablaba en la misa sobre su experiencia en la JMJ de Río, o sobre todo el voluntariado en Schoenstatt, la visita a Roma, el tiempo de Diego en Chile… me llevó a pensar “¡Vaya que han viajado estos patudos!”. Hoy comienzan un nuevo viaje y, si debo darles algún consejo, es que lo vivan como lo que ustedes han sido hasta ahora: peregrinos. Estar peregrinando implica tener conciencia de que vienes de algún lugar y que aun no llegas a tu destino y, por lo tanto, que aun puedes avanzar aún más. Ustedes se conocieron siendo peregrinos, su amor nació entre dos peregrinos y, para que permanezca así, deben seguir siéndolo. Un schoenstattiano se caracteriza por venir del Santuario o por estar camino al Santuario, no por estar quieto, conforme o tranquilo con lo que ya se ha recorrido. ¡Sigan peregrinando! Ahora juntos, pero siempre peregrinos.

Me impresionó la tranquilidad con que se tomaron todo, la paz que había en sus rostros, la serenidad con que dijeron su “sí”… ¿Qué menos esperaba? ¿Cómo no iban a estar tranquilos si su vida ha sido hace varios años ya un “sí” al Plan de Dios? ¿Quién más que ustedes conoce lo que es abandonarse en las manos del Padre? Esa tranquilidad y paz que pocos logran tiene un solo origen, y ese origen se llama Dios.

¡Muchas felicidades nuevamente Feña y Diego! ¡Que Dios bendiga a esta nueva familia que comienza!