lunes, 21 de diciembre de 2009

Pesebre

Siempre Navidad es el momento ideal para pedirle al niño Dios que renazca en mi corazón, pero ¿Qué me hace pensar que eso pasará, cuando conozco mejor que nadie lo poco digno que soy?
No pierdo la esperanza de que Él venga y convierta mi corazón pequeño e indigno en un Pesebre como el de Belén.

¿Por qué?
Porque el Pesebre también era pequeño, como mi corazón. En él nunca cabría la grandeza de Dios, y sin embargo sí cupo y Jesús nació ahí.
Porque el Pesebre era sucio, como mi corazón. Estaba lleno de polvo, tierra, paja y piedras. No era puro, y si nacía el Niño ahí se ensuciaría, y sin embargo fue el niño que lo purificó con su luz y lo convirtió en un lugar pulcro.
Porque el Pesebre era indigno, como mi corazón. Era el lugar menos digno en la más indigna de las ciudades. Pero ¿Qué lugar hubiese sido digno para que naciera Dios al mundo? Seguramente ninguno.
Porque el Pesebre estaba lejos de los demás. Sólo algunos privilegiados pastores y paganos estuvieron ahí junto a José y María, pero no hubo espacio para las demás personas, al igual que en mi corazón egoísta.
Porque el Pesebre fue escogido por descarte, era el único lugar disponible. Era el último lugar porque no había espacio en ninguna posada, porque nadie quiso dejar su espacio para el Niño Dios.

Si naciste en ese lugar pequeño, sucio, indigno, egoísta ¿Cómo podría perder la esperanza de que nazcas en mi pesebre interior, en mi corazón? ¡Haz de mi corazón tu Belén, Jesús!

viernes, 18 de diciembre de 2009

En Busca del Pobre

Hace tres días falleció el Padre Ronaldo Muñoz sscc, el "teólogo de los pobres". Dedicó su vida a acercar a la Iglesia hacia los que más sufren y a crear conciencia de la riqueza cristiana en Latinomérica.
Ronaldo, estas palabras -que escribí hace meses- te las dedico y te agradezco lo que aprendí de ti, lo que seguiré aprendiendo y descubriendo cada vez que tome uno de tus libros escritos desde el Pueblo.
Descansa Padre.



En busca del Pobre


Que el hombre busque a Dios constantemente a lo largo de su vida no es ningún misterio ni nada nuevo. Desde hace mucho tiempo muchos filósofos y sabios han dedicado sus vidas para argumentar y sostener esta tesis.

Que el cristiano quiera encontrar a Cristo en otras personas tampoco lo es, especialmente nos gusta ver a Cristo en el “pobre”, en el “otro”, en ese que se nos presenta como muy miserable. Constantemente salimos en busca del pobre para encontrar a Jesús, para ver en su rostro sufriente y sentir que lo acompaño en ese sufrimiento.

Muchas veces visitamos a los mendigos, vamos a misionar comunidades de escasos recursos, construimos mediaguas y damos limosna en la calle… en mi experiencia en dichas situaciones he descubierto algo maravilloso: ellos nos son pobres. Estamos tan condicionados y acostumbrados a medir todo en base a lo meramente terrenal que no somos capaces de ver la riqueza en esas personas a las que “vamos a ayudar”.

¿Podría ser pobre una señora que, a pesar de no tener piso de madera en su casa, tiene una fe y una vida de oración más profunda que la de un misionero? ¿Podría necesitar algo más esa mujer? ¿Es pobre una abuelita que trabaja de guardia en una galería durante las noches por más de 30 años y, aún así, agradece a Dios todos los regalos de este día en medio del frío y de la oscuridad? No he conocido a nadie con más fe que ella, con más amor al Padre y capaz de demostrarlo a cada persona que saludara.

¿Cuántas de esas personas que antes hemos llamado “pobres” irradian una inmensa alegría? ¿A cuantas de ellas podría considerar plenamente felices? Me atrevería a decir que todas si no supiera que muchas de ellas están lejos de sus familias y eso entristece su corazón, pues ellos son capaces de valorar lo que realmente importa… pero sí, ellos son felices.

Más profundamente, hay cosas sustanciales que nos diferencian de ellos:

Ellos…

1.- Han dejado de darle valor a las cosas materiales. Cuando algo material que no tienen aparece como regalo lo agradecen, lo disfrutan y le sacan el máximo de provecho, pero no lo consideran indispensable… sin embargo han logrado valorar lo que realmente importa: la familia, los amigos, los momentos felices, Dios, una sonrisa…

2.- Ellos creen sin ver; no necesitan “meter la mano en la llaga” (Jn 20, 27); no ponen pruebas ni menos exigencias a Dios… a pesar de su condición de miseria -material- creen profunda e incondicionalmente en Dios, tienen esperanza (y sin duda eso los mantiene felices, despiertos) y tienen fe. “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20, 29) porque ¿Qué merito tiene creer en Dios si lo tengo todo? En dicha situación ¿Cómo podría no creer en Él?

3.- Ellos dan todo lo que tienen… las pruebas de amistad y cariño entre ellos son únicas. Comparten todo lo que tienen dándonos una lección de lo que realmente significa la palabra “Comunión”, ello se sientan de corazón en la misma mesa… no dan lo que les sobra, sino lo que les falta.

4.-Ellos prescinden de nosotros. No hay duda de que nos ven como un gran y gratuito regalo, pero no somos sus “héroes” ni sus “salvadores”. En cambio ¿podríamos nosotros prescindir de ellos? ¿Dónde encontraríamos a ese Cristo sufriente sino en sus rostros, sino en sus manos?

Por otro lado, Nosotros…

1.- Creemos en nosotros mismos… los pobres creen incondicionalmente en el padre Dios, a pesar de que Él “no les ha dado nada”, mas nosotros creemos en nosotros mismos cuando Dios nos “ha dado todo”. Cuando fallamos solemos preguntarnos “¿Por qué Dios me ha hecho esto?”, pero cuando ganamos algo nos adjudicamos ese triunfo a nosotros mismos y no damos ningún crédito al Señor o a la Divina Providencia.

2.- Nosotros necesitamos de ellos.
Como ya dijimos antes ¿Dónde encontraríamos a Cristo sino en ellos? Es más, necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos y por eso salimos a su encuentro; solo así podemos sentir que estamos haciendo algo bueno. No hay duda de que con el tiempo ese sentimiento cambia, así como el hecho de encontrar a Cristo en otras personas, incluso en uno mismo.

3.- Nosotros valoramos y necesitamos de las cosas materiales. Sin ellas nos es imposible vivir. Lamentamos la pérdida de un teléfono celular como si no supiéramos que se puede reemplazar. Nos cuesta despojarnos de nuestras pertenencias, llegamos a sentir cariño y hasta obsesión por ellas. No nos damos cuenta que lo material nos impide llegar a lo espiritual, ni que lo espiritual nos ayuda a prescindir de lo material.

4.- Nos hundimos en problemas superficiales, fijamos nuestra mirada en banalidades. Perdemos la esperanza porque se cierra una puerta y no vemos las cientos que quedan por abrir…
Esto es signo de nuestra falta de fe ¿Será posible que sintamos que la fe es necesaria solo si no tenemos nada? ¿Solo estando en el fondo del abismo?

5.- Nosotros, por último, no podemos prescindir de nosotros mismo. Siempre estoy yo en primer lugar cuando Jesús nos pide precisamente lo opuesto: “Niéguese a sí mismo” (Lc 9,23).

Por lo tanto, me atrevo a decir que nosotros somos los pobres, porque nosotros no somos felices a causa de nuestro egoísmo y nuestra falta de fe, es decir, de nuestra falta de Dios… Entonces no estamos en un error cuando queremos ir si, cuando queremos ir en busca de Dios, acudamos a nuestros hermanos “pobres”, mas si estamos en un error catastrófico si pretendemos llevar a Cristo a esas personas, cuando en lo profundo de nuestro corazón sabemos que vamos a buscarlo.

Álvaro Almendra Soto
23 Marzo 2009

martes, 15 de diciembre de 2009

Olor a pino

Anoche armamos el árbol de Navidad en mi casa. Fue todo tan diferente.
Recuerdo haber esperado tan ansiosamente esa Noche Buena, a tal punto de haber escrito una carta al viejito pascuero en Septiembre cuando niño.
Recuerdo algunos regalos en particular ¿Cómo olvidar cuando nos regalaron el Nintendo? Ese que creíamos que no recibiríamos y estaba oculto bajo el sillón…
Recuerdo como odiaba recibir calcetines de regalo cada año.
Recuerdo ese caballito de madera en el que me balanceaba y que ahora no alcanza a albergar ni uno de mis pies…
Hasta hace pocos años el Árbol de Navidad en nuestra casa seguía siendo real, un pino natural que ensuciaba todo el piso de hojas, que costaba un mundo hacerlo entrar por la puerta de la terraza, que nos obligaba a armarlo tarde para que no se cansaran sus ramas con los días… pero que traía consigo un olor que anunciaba la llegada de la Navidad.



Cuando niño era obvio el anhelo, era obvio el querer abrir regalos, el querer descubrir al viejo pascuero (aunque hoy admito que admiro la tradición española de pedir regalos a los Reyes Magos), el deseo de que fueran las doce para abrazar fuerte a mis hermanos y a mi familia, el deseo de comer la rica cena preparada por horas…

Hoy todo es tan distinto. El pino es de plástico; no están conmigo todas las personas que quisiera que estén; los regalos ya no son importantes y en su lugar la Misa de Navidad se ha vuelto central; la Cena con los indigentes también se ha vuelto una hermosa tradición… entro a mi casa y veo adornos navideños por todos lados, pero el olor a pino no está por ninguna parte. Es muy diferente y a veces, esta fiesta, hasta pasa a segundo plano.

Cada Navidad, sin embargo tiene tres cosas que son centrales y que le devuelven el sentido para mí
En primer lugar, esperar la Navidad es siempre volver a ser niño, volver a creer en esa “magia”, volver a escuchar villancicos, volver a esperar la llegada del viejito pascuero e intentar descubrirlo, volver a abrazar a mi familia con amor sintiéndome chiquillo. Volver a recuperar la niñez y valorar la pequeñez.
Lo segundo es estar en familia. Aprovechar esa Cena de Navidad y vivirla entre los seres queridos, olvidando todas las peleas, los rencores, perdonando los errores, haciéndolos pequeños; y agradeciendo los aciertos y bendiciones, por pequeñas que sean.
Y por último, lo más importante, es que en cada Navidad nace Jesús en un pequeño pesebre, nace como Niño, indefenso, inocente como recordándonos la importancia de esa etapa de la vida, como recordándonos que existen tantos desamparados, pobres, hijos de madres solteras, sin casa, huyendo, despreciados y marginados. Nace excluido, al margen del mundo, en el límite de lo digno para devolverle la dignidad al hombre.

En cada Navidad nace el Niño Dios.
De cada uno de nosotros depende que siga naciendo.
De cada uno de nosotros depende que siga siendo Niño.
De cada uno de nosotros depende que siga siendo nuestro Dios.
De cada uno de nosotros depende que siga habiendo olor a pino en nuestros hogares y que se siga respirando la Navidad a pesar de tener pinos plásticos.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Cuatro velas ¡Cuánto Re-velan!

Es esencial el poder REdescubrir y REnovar la fe constantemente. REdescubrir y REnovar el amor a menudo.
Esperar el REnacimiento del Niño Jesús en Navidad REquiere de cierta preparación más fundamental y profunda. Para eso la Iglesia nos regala el Adviento, nos pide REencender 4 velitas, una cada semana.



Pero que Jesús nazca en el corazón por manos de María es mucho más que un acto dulce y de Fe... ¡Es Dios mismo que se revela! ¡Es Dios que se nos regala! ¿Podría ser más generoso el Señor? Cuando una persona se entrega con todo su ser a los demás no dudamos en decir que es un gran acto. Con mayor razón aún si lo hace el mismo Dios, cuyo Ser es más grande que el de cualquier persona.

4 velas revelan que la Navidad del Cristo se acerca...
¿Cuánto revelo yo con mi vida que eso es así?

En el fondo, nuestra propia vida debe ser una, dos, cuatro... y hasta mil velas que den claridad al mundo y anuncien que Jesús está por nacer.



Hoy sólo vienen a mi mente estas palabras: ¡La vida, muchacho, es para arder, no para durar!

domingo, 6 de diciembre de 2009

Primer Verano VI parte

No hay duda de que la gran conclusión de todos los años es la misma: Un mes es muy poco para dedicarselo a María, a esa mujer fiel y sencilla que dedica su vida al Cristo.

Se acaba el Mes de María y una vez más me enamoro más de Ella;
una vez más me considero poco digno de su amor;
una vez más le ofrezco la vida... y una vez más sigue siendo poco.

¡Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan!

jueves, 26 de noviembre de 2009

Primer Verano, parte V (María ¿Quién eres?)

Dios Padre la elige como Hija.
Dios Hijo la reconoce como Madre.
Dios Espíritu Santo la bendice como Esposa.

¿Quién es para mí María?
Jesús le pregunta directamente a sus discípulos “Y ustedes ¿Quién decís que soy?” (Mt 16, 15).
Tal vez para los apóstoles no estaba tan claro quien era Jesús. Lo seguían porque lo admiraban, porque les brindaba seguridad, porque valoraban sus milagros, porque les asombraban sus palabras, porque los educaban sus parábolas… porque creían en Él.

María nunca nos ha interpelado de tal manera, y es porque su misión es clara: ser Madre de Dios a través de su Sí.

Pero ¿no tenemos acaso como hijos de Dios la misma misión que María? ¿No es María para nosotros -en primer lugar y entre tantas cosas- un modelo a seguir?
Sin duda que sí. Además se nos ha heredado la misión de la Virgen como describe tan hermosamente el Padre Hernán Alessandri en “Nuestra Misión, ser Alma del Mundo”: La misión de que hemos estado hablando no es, en el fondo, sino que una prolongación de la Misión Personal de María […]. Y todos los que participamos en esa misión, nos convertimos -como decía San Agustín- en “madres de Cristo”, que lo ayudan a aseguir naciendo en la vida de los hombres, en todos los tiempos y culturas.

Y si María me preguntara hoy:
“Y tú ¿Quién dices que soy?”
María, eres mi Madre.
María, eres mi Reina.
María, eres mi Bandera.
María, eres mi ejemplo.
María, eres mi Mujer amada.
María, eres mi Vida…

¡Que María sea nuestra Misión!

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Primer Verano parte IV (50 rosas para María)

¿Por qué da vergüenza caminar con una rosa de regalo para la mujer que uno ama? ¿Por qué da vergüenza que te vean con un ramo de flores en la calle?

Por la misma razón por la que da vergüenza rezar el rosario delante de más gente: porque es un signo del amor, que es tan propio e íntimo de esas dos personas, que evitamos que se haga parte del mundo, de los demás. Puede que suene egoísta, pero es en esa intimidad y silencio donde esos signos encuentran sus sentido más pleno. No es vergüenza, entonces, sino un anhelo de mantener eso en la complicidad mutua más interna y personal.



Rezar el Rosario es regalarle rosas a la Mujer Amada, a María. Regalárselo en silencio y en privado. Sólo Ella y yo comunicándonos en la oración.
Sentir cada cuenta del Rosario puede parecerle a muchos repetitivo, cuestión de costumbre o incluso tonto ...pero ¿hace daño regalar una rosa? y si repetimos ese acto ¿no pareceremos románticos y evidentemente enamorados, en lugar de tontos como muchos podrían pensar? Con el Rosario pasa lo mismo ¿hace daño rezarle un avemaría a la Virgen? ¿hace daño rezarle 50?

Yo rezo el Rosario. No muy seguido, pero lo hago. Y lo hago porque estoy enamorado de María.



Rezar el Rosario es regalarle 50 rosas a María ¿Qué noble caballero podría negarse a regalar tal ramo a tal Mujer?

jueves, 12 de noviembre de 2009

Primer Verano parte III

Me encanta descubrir en María a esa mujer sencilla que une a toda la Iglesia. Creo que por eso los Papas siempre la citan al final de sus documentos, porque así todos quedamos contentos.

María es especial para todos.
La Religiosidad Popular Latinoamericana le guarda un lugar especial en sus corazones como Virgen de Guadalupe, Nuestra Señora de Aparecida o como Virgen del Carmen.
La religiosidad de elites la venera profundamente.
La Teología la estudia en detalle y descubre en Ella siempre algo nuevo y significativo.
Los pobres se identifican con su persona.
Los chilenos la reconocemos como nuestra Reina, nuestra Estrella Blanca.
Los soldados como su patrona.
Las mujeres se reflejan en su rostro.
Los hombres nos enamoramos de su mirada.
Los niños la miran como a su Madre.
Los adultos también.
Las madres solteras la entienden mejor que nadie.

Los marianos la amamos por dar su Sí.
Los cristianos la amamos por regalarnos a Cristo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Muros



Hace unos días se conmemoró el vigésimo aniversario del muro de Berlín…
Hoy me encontré con un muro muy difícil. No tan extenso e históricamente importante como el antes citado, pero en lo personal, muy duro: Me juzgaron -una vez más- por ser shoenstattiano (no por eso es un muro difícil, sino porque la opinión vino de una persona muy querida y a quien he revelado hasta lo más hondo del corazón).

Para muchos pertenecer a Schoenstatt es ser cuico.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es ser cerrado de mente.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es ser mariano y no cristiano.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es ser conservador.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es adorar al Padre Kentenich.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es sectario.
Para muchos pertenecer a Schoenstatt es ser hermético.

Sé que hay muchos hermanos en la Alianza que sí cometen estos ERRORES (y pido perdón a nombre de ellos). Pero me consuela saber que son los menos.
Me consuela saber que quienes se han formado esta opinión no se han dado el trabajo de conocer realmente MI movimiento en lo profundo… en su pedagogía, en su espiritualidad, en su riqueza de Alianza…
¡Si tan sólo se interesaran por conocer al Padre Kentenich cómo cambiaría sus vidas!

Es fácil crear muros, pero concluyo con esto, que es más fácil aún inventarlos en nuestra propia mente sin siquiera asomarnos a la vida y las personas para ver si existen en verdad.



Me consuela saber que el muro de Berlín cayó.
Me consuela saber que el “Muro que impide unirnos en el Espíritu Santo” también caerá, y no seré yo quien lo derribe, sino quien mismo lo construyó cuando sepa abrir su mente, cuando sepa abrir su corazón.

Servus Mariae Nunquam Peribit!

viernes, 6 de noviembre de 2009

El Gran Salto

Hoy me he enterado de una gran noticia.
Un muy buen amigo ha tomado una decisión.
Un gran hombre ha decidido entregar su vida al Hombre.
Una gran persona se ha aventurado a donar su vida a los demás.
Porque ¿No es en definitiva eso ser sacerdote? Darse a los demás a semejanza de Cristo. Morir a sí mismo por los otros…
Ser Padre fue la vocación que Dios le regaló, pero a todos nos regala una. Una que requiera de un salto mortal de tal magnitud.



Fui testigo de cómo Francisco creció, maduró y se consolidó como persona, como católico, como hombre. Él dijo que su vocación es resultado de muchas de las cosas que nosotros a su alrededor hicimos o dijimos… ¡Que alegría más plena! Gracias por dar este salto mortal que, sin duda conllevará a otro, y a otro… Gracias porque esto nos enseña a confiar a no mirar si el bungee tiene bien sujeta la cuerda, o si me alcanzará el aire para nadar hasta lo más profundo, si los brazos aguantarán remando mar adentro…

Gracias Pancho y que San Francisco Javier, tu patrono y patrono de las misiones guíe cada uno de tus pasos que -sin duda- dejarán huella.

¡Hoy me he enterado de una gran noticia: Francisco será sacerdote de Cristo, será sacerdote de María! De Ella, cuyo santo corazón es para el mundo el refugio de paz, el signo de elección y la puerta del Cielo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Primer Verano parte II

Y es que María no es cualquier mujer, Ella es la Primera Misionera, la Madre del Mundo, la Balanza de Justicia, la Rosa de Jericó, la Estrella de los Mares, la Patrona de Chile, la Reina de la Paz...

Es un Río que lleva un Océano, es Vientre que se transforma en Santuario, Ojos que velaran por el sueño de Dios, es Estrella Luminosa que perpetuó Belén, es Pluma que escribe el Verbo, es Arado que prepara el Camino, es Mujer que confirma la Verdad, que da vida a la Vida...

Pero es sobre todo la Madre que se levanta día a día a trabajar por sus hijos, es la Mujer que no pierde la fe en Dios, es la Mujer que camina kilómetros para llevar a sus niños a la escuela, es la "caserita" de las verduras, la Niña que trabaja de empaquetadora en el supermercado, la Profesora que nos exige los trabajos a tiempo, la Compañera y Colaboradora constante de nuestras vidas... María está presente en cada mujer y he ahí la razón de dedicarle un Mes completo.

Eres, sin embargo, ante todo mi Madre.

Oh María, dígnate presentarnos a tu Divino Hijo, Jesús.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Primer Verano (Mes de María)

Este domingo 8 de Noviembre, la Iglesia comienza la celebración del Mes de María. Un mes entero dedicado a la Madre de Dios.

Tradición que viniera desde el Viejo Mundo a alojarse en tierras latinoamericanas hace ya bastantes años. Pero que, más que en el terruño mismo, se ha arraigado sin duda en lo profundo del corazón del Continente de la Esperanza y del Amor.

No quedo indiferente frente a esta celebración. En Europa se celebraba con la llegada de la primavera (del latín "prima": primera; y "ver": verano) y acá en Chile también se ha hecho coincidir, de tal manera que el sol, las flores y el renacer de la vida nos recuerden en cada instante a María, que todo resuene con su Nombre y alabanza.

¿Por qué un Mes de María y no una semana o un día?
Porque María nos ama y nos conoce tan bien que requiere tiempo para educarnos, requiere tiempo para formarnos como Ella sabe hacerlo (y como lo haría toda mujer): con delicadeza, dedicando muchos momentos del día para ayudarnos a vivir con Su Hijo, entendiendo que es un proceso difícil y lento en muchos casos, pues no todos somos como Saulo, sino más bien como Agustín.

A María se le encomendó la misión de dar a luz al Cristo, pero Ella lo acompañó hasta la Cruz.
Si a nosotros nos pidieran regalarle un día del año ¿No le ofreceríamos acaso un Mes?

Que las flores del primer verano nos recuerden siempre su pequeñez, delicadeza, pureza y hermosura. Que la lluvia nos renueve y el sol nos ilumine en este Mes.

martes, 3 de noviembre de 2009

¡Señor, haznos inquietos!

¡Qué importante es para mí esta oración! Estar inquietos, en constante actividad. Lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a repetir: que pena llegar al final del día, mirar hacia atrás y darse cuenta que no hemos hecho nada, llegar a la cama sin algo de que descansar… que esto no se entienda como un querer sufrir o querer hacernos daño a nosotros mismos a través de ese cansancio. Es entender que ese cansancio debe ser signo de lo que realizamos durante el día.
Por otro lado este cansancio físico, esa inquietud en lo físico debe ir acompañada de una inquietud espiritual… no. Más bien, debe ser a raíz de una inquietud espiritual. Que lo que haga sea movido por la fuerza del Paráclito y sea precisamente, la voluntad de Dios.
No queremos caer en un activismo casi enfermizo. Queremos ser inquietos, para nunca dejar de buscarte y encontrarte, Padre, ver tu huella en cada cosa y en cada situación de nuestras vidas.
Que nuestra inquietud espiritual nos lleve a una constante vida de oración y contemplación… que nuestra inquietud espiritual, además nunca nos haga sentirnos conformes, no por un tema de soberbia o pesimismo, al contrario. Que nos podamos dar cuenta que siempre podemos dar más, siempre podemos hacer más, siempre podemos rezar más, siempre podemos estar más cerca de ti… por lo tanto, es inconformidad nos lleve a la profundidad como la inquietud nos lleva a la constancia en nuestra búsqueda incesante por encontrarte.
Cuando en el colegio un niño es inquieto se le tacha de desordenado o problemático, pero no me cabe duda que esos son los niños que en el futuro tampoco estarán quietos; que esos son los niños que frente a un problema no se detendrán a discutir o reflexionar lo triste que pueda ser la situación; esos son los niños que en futuro serán capaces de hacer una revolución; de hacer grandes cambios en el mundo, porque -he aquí lo importante de la inquietud espiritual- sin duda la raíz de la acción de todo revolucionario radica no en el bien y felicidad propios, sino en la felicidad del otro… ¡Ay del que se mantenga quieto! Porque será signo de que se conformó con su felicidad, porque será signo de que dejó de preocuparse por la felicidad del hermano, porque será signo de que dejó de preocuparse por la felicidad de esos Cristos sufrientes.

¡Haz que nuestro corazón nunca esté quieto! ¡Que no deje de latir! ¡Que no deje de amar!
¡Haz que nuestras manos nunca estén quietas! ¡Que no dejen de sostener! ¡Que no dejen de actuar!
¡Haz que nuestro espíritu nunca esté quieto! ¡Que no deje de buscarte! ¡Que no deje de encontrarte, Señor!
Hazme inquieto, Señor.
No me conformes, inquiétame.


(6 de Enero 2009. Catedral de Villarrica)

jueves, 29 de octubre de 2009

Mi Sueño de Chile

Tuve, hace unos días, la oportunidad de asistir al lanzamiento del libro “La Patria Anhelada” sobre la vida del Cardenal Raúl Silva Henríquez… a decir verdad dentro de las cosas que dijeron no recuerdo mucho, hablaron sobre el libro, el cardenal, pero sin mucha fuerza. Pero recuerdo que dijeron que él hubiese querido, como buen salesiano, que los presentes participáramos de la ceremonia. Para eso nos entregaron un papel pequeño en el que debíamos escribir cuál era “mi sueño de Chile”. Yo escribí “Sueño con un Chile que se atreva a soñar”…
Eso me llevó a pensar que siendo ayudante del ramo Ética Profesional en la Universidad me llamó la atención hace algunas semanas que, al pedirle a un grupo de alumnos de ingeniería que dibujaran cuál sería su sociedad ideal, la gran mayoría reconoció nunca haberse hecho siquiera esa pregunta: “¿Con que mundo sueño?”.
Es más. El mismo día del lanzamiento del libro, una compañera mía, activa en su Parroquia, buena estudiante, buena persona, no escribió nada en el papel. Y me da pena darme cuenta de lo mucho que nos cuesta soñar, de lo incómodo que nos resulta el silencio, de lo imposible que es salir de nuestra realidad, de lo mediocres que son las metas que nos ponemos (cuando lo hacemos).
María, ayúdame a soñar, y no dejes que me canse de hacerlo.
Sueño con un mundo donde reine tu pureza.
Sueño con un Chile que se atreva a soñar.

(10 de Noviembre 2008. Ayinrehue, Temuco)


David, el más pequeño (1Sam 16, 11)

Como cada Domingo, David va a Misa a Ayinrehue.

David es un hombre de alrededor de 35 años que vive en la calle. Tiene claros problemas motrices, le cuesta comunicarse y su salud mental no es óptima.

David participa atento de la Misa, pero más que estar pendiente de lo que dice o hace el sacerdote, está muy pendiente de todos quienes están a su alrededor. Se para junto a la puerta y la abre y cierra a cada persona que entra, sin importar que esta llegue atrasada, sea indiferente con él o lo mire con desprecio. David está siempre atento a lo que la gente necesita y no espera nada a cambio.

No obstante, David, pone su mirada en el altar y en la liturgia por un momento, el momento más importante: la Consagración. Desde ese minuto nada parece importarle más, se arrodilla al igual que todos, guarda silencio y agacha la mirada como sabiendo el respeto y solemnidad que la situación amerita. Ignoro si alguna vez comulga como todos... probablemente no se siente digno por estar mal vestido y sucio a diferencia del resto que lucen sus mejores tenidas en La Más importante de las fiestas. Mas, mi buen David ¿No sabes que lo verdaderamente importante es la pureza del corazón? Esa es la única tarjeta de invitación que sólo Dios puede hacerte llegar.

David vuelve a estar atento al resto tras la Comunión. Se acerca el momento de cumplir una de sus importantes tareas. Cuando el Santísimo es llevado de vuelta al tabernáculo, David abre la puerta del salón y luego apura el paso para abrir la puerta del Santuario. El Santísimo es guardado en el tabernáculo y David regresa a la Misa, al lugar de siempre: de pie junto a la puerta al fondo de la sala, solo.

David, tú eres el más pequeño entre tus hermanos, pero el más grande ante los ojos de Dios, porque tú pones la mirada en lo más importante: el prójimo y el altar. Tú eres más digno de Cristo que muchos de los que les abres la puerta cada Domingo.

David, tú pronuncias palabra sólo para preguntar lo que relamente importa, y, aunque sabes la respuesta no te cansas de oírla para nunca olvidarla: "¿Cuándo hay misa?".

Gracias David.