jueves, 29 de octubre de 2009

David, el más pequeño (1Sam 16, 11)

Como cada Domingo, David va a Misa a Ayinrehue.

David es un hombre de alrededor de 35 años que vive en la calle. Tiene claros problemas motrices, le cuesta comunicarse y su salud mental no es óptima.

David participa atento de la Misa, pero más que estar pendiente de lo que dice o hace el sacerdote, está muy pendiente de todos quienes están a su alrededor. Se para junto a la puerta y la abre y cierra a cada persona que entra, sin importar que esta llegue atrasada, sea indiferente con él o lo mire con desprecio. David está siempre atento a lo que la gente necesita y no espera nada a cambio.

No obstante, David, pone su mirada en el altar y en la liturgia por un momento, el momento más importante: la Consagración. Desde ese minuto nada parece importarle más, se arrodilla al igual que todos, guarda silencio y agacha la mirada como sabiendo el respeto y solemnidad que la situación amerita. Ignoro si alguna vez comulga como todos... probablemente no se siente digno por estar mal vestido y sucio a diferencia del resto que lucen sus mejores tenidas en La Más importante de las fiestas. Mas, mi buen David ¿No sabes que lo verdaderamente importante es la pureza del corazón? Esa es la única tarjeta de invitación que sólo Dios puede hacerte llegar.

David vuelve a estar atento al resto tras la Comunión. Se acerca el momento de cumplir una de sus importantes tareas. Cuando el Santísimo es llevado de vuelta al tabernáculo, David abre la puerta del salón y luego apura el paso para abrir la puerta del Santuario. El Santísimo es guardado en el tabernáculo y David regresa a la Misa, al lugar de siempre: de pie junto a la puerta al fondo de la sala, solo.

David, tú eres el más pequeño entre tus hermanos, pero el más grande ante los ojos de Dios, porque tú pones la mirada en lo más importante: el prójimo y el altar. Tú eres más digno de Cristo que muchos de los que les abres la puerta cada Domingo.

David, tú pronuncias palabra sólo para preguntar lo que relamente importa, y, aunque sabes la respuesta no te cansas de oírla para nunca olvidarla: "¿Cuándo hay misa?".

Gracias David.


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