lunes, 30 de enero de 2012

LO QUE HE HEREDADO


Ayer llegué a mi casa luego de una intensa jornada de fin de año de la Juventud Masculina Universitaria de Schoenstatt, mi última jornada como miembro de la JMU.

Hubieron muchas actividades y vivencias maravillosa en esos días, pero creo que a nivel personal la más importante fue una visita al Monasterio de las Carmelitas Descalzas que realizamos el sábado en la tarde. Compartimos el misterio de la eucaristía con todas y luego tuvimos la oportunidad de conversar con una de ellas, la hermana Alejandra.

Nos apretamos bien en la salita que tienen destinada para visitas y comenzamos a conversar con ella muchas cosas relacionadas con la vida de claustro. La pregunta fue inevitable: "¿Qué es lo que más echan de menos acá adentro?" exclamó uno de los presentes. La religiosa, siempre serena y risueña, respondió: "Siempre nos preguntan lo mismo, pero en realidad lo que uno entrega acá es más importante que las cosas a las que renuncia". Evidentemente no hubo más que decir.

Esa respuesta de la hermana me lleva a pensar que durante muchos años entregué gran parte de mi tiempo y mi vida a la Juventud de Schoenstatt. ¿Por qué cuestionamos a una mujer que quiere dedicar su vida a lo que ama si nosotros hacemos lo mismo? "Dime donde está tu tiempo y tu bolsillo y te diré donde está tu corazón" dijo Juan Enrique Coeymanns, hace años en un encuentro nacional en Santiago. Durante estos últimos 10 años muchos de mis días fueron destinados a reuniones, campamentos, jornadas, misas y celebraciones para la JM; muchos de mis ahorros fueron para pagar esos eventos... ¿me duele haber gastado tiempo y dinero en ello? Bajo ninguna circunstancia.


Mi corazón está puesto en Schoenstatt y las cosas a las que renuncio por ello no se comparan a todo lo que recibo de manos de MARÍA y he heredado de mis hermanos.

Esta es la mejor HERENCIA que me puedo llevar.

miércoles, 25 de enero de 2012

FUERA DEL PARAÍSO


Quería publicar esta entrada una vez que YO cerrara mi etapa universitaria, pero ese momento aún no ha llegado y se atrasará un poco. Quise abarcar mucho y, por todos lados, apreté poco. Sin embargo quiero dedicarla a mis compañeros que sí han terminado este proceso y hoy son profesionales: Yéssica, Vanessa, Muriel, Hna Ma Lissette, Pamela y Nathaly. ¡Felicidades!


Hace mucho tiempo estaba en misa con algunos amigos. Haciendo alusión al libro del génesis, el sacerdote dijo en la homilía: “Adán hizo que nos ganáramos el pan con el sudor de la frente”. Es decir, que por su desobediencia, el hombre se condenó a trabajar para siempre y de esa manera alimentar a su familia y a sí mismo. Esto, sin duda, conlleva cansancio y dolor en muchos casos.

Ante eso, uno de mis amigos dijo: “¡Qué es egoísta fue Adán, yo no alcancé a disfrutarlo!”. Pero en realidad él sí lo ha disfrutado y lo hace hasta hoy.

Creo que este relato no es más que una manera de explicar que desde que nacemos tenemos todo para vivir en el Paraíso, pero que llega un momento en que la vida nos fuerza a darnos cuenta de la responsabilidad que nos toca asumir, sobre todo, cuando nos insertamos en el mundo laboral. Cuando la niñez cesa y la adultez apura.

Cada hombre ha tenido su Paraíso y se acaba cuando comienza a trabajar. No quiero que se entienda el trabajo como algo negativo y fatal, porque es, de hecho, todo lo contrario: es hacernos cocreadores con Dios, es hacer vida la vocación, pero quiero destacar que la etapa previa a ello reúne todas las condiciones para ser perfecta y sin conflicto alguno. 

sábado, 14 de enero de 2012

EL SABOR DEL ENCUENTRO (TeenSTAR, primera parte)



Estuve durante la semana recién pasada en la Pontificia Universidad Católica de Chile en un seminario de capacitación para convertirme en monitor de un programa de Afectividad y Sexualidad llamado TeenSTAR, el cual se aplica en diferentes colegios de Chile y el mundo con excelentes resultados. Ayer terminó el curso y me voy con muchos aprendizajes y mucho trabajo.

Como Profesor de Religión, nunca pensé que volvería a estudiar los contenidos que he estudiado durante gran parte de estos días: sistema endocrino, genética, neurología, anatomía, etc. y debo reconocer con gran alegría que me he reencantado con el Milagro de la Vida. Y es que no es otra cosa, no se me ocurre mejor apelativo ante el nacimiento de un ser humano que “milagroso”.

He venido a hacer este curso con Luis, Profesor de Biología, quien conoce de sobra la materia, pero que -me cuenta- se apasiona y se sorprende una y otra vez al ver cómo un espermatozoide lucha por llegar al óvulo, o cómo el ovario libera al ovocito más adecuado para la fecundación…

Dentro de los aprendizajes más importantes que me llevo es que el hombre y la mujer son diferentes desde sus primeras horas de vida en el interior de la mujer. Esa es nuestra riqueza: no es necesario solo buscar puntos comunes para estar en sintonía, sino, justamente, buscar en el otro lo que me falta y que esa persona puede desarrollar en mí.

En esta misma línea recuerdo que vi hace unos días un spot publicitario argentino de una cerveza cuyo slogan es “el sabor del encuentro” que me llamó muchísimo la atención. Al finalizar el comercial hay una frase que finge ser una moraleja: “cuando el machismo y el feminismo se encuentran, nace el igualismo”. Sin profundizarlo suena hasta bonito, pero la verdad es que creo que ninguno de esos “ismos” está bien… ni siquiera el que nace de la suma de los otros dos.

Seguramente estamos de acuerdo en que el machismo es malo. Seguramente estamos de acuerdo en que el feminismo es malo. Cuando dos cosas malas se juntan ¿forman algo bueno?
SI mezclo betarragas (me cargan) con crema espárragos (¡puaj!) ¿Tomarán un buen sabor para mí? Lo dudo. Si a un auto con un eje malo le pongo como chofer a un hombre ebrio ¿se manejará mejor? Imposible.

“Cuando el machismo y el feminismo se encuentran forman el igualismo”, lo que podemos leer como “cuando la corriente que considera que la mujer es inferior se junta con la corriente que cree que el hombre es inferior se crea una corriente que cree que los dos anteriores son igualmente malos”. El hombre y la mujer somos sumamente diferentes y nos entregamos mutuamente lo que el otro necesita. Ahí está la razón por la cual nos encontramos, la razón por la cual es sabroso ese encuentro.