Venía a dos cuadras de mi casa y delante de mí venía un niño de la mano de su papá... me hacía gracia ver cómo el pequeño caminaba y, al quedarse atrás por el rápido ritmo de su padre, se veía obligado a acelerar el paso y correr cargando su mochila de Mickey Mouse.
Recuerdo lo dicho la semana pasada por el Padre Enrique en relación a la niñez y a la tasa de natalidad europea en comparación con la latinoamericana: Europa lleva la mochila del pasado [...]. Ellos tienen la historia en el pasado, nosotros la tenemos en el futuro, de manera especial en los niños. Esto, sin duda, en relación a los últimos tristes episodios protagonizados por la Iglesia, donde según el sacerdote lo más afectado fue la misma infancia.
Estas últimas semanas, en el Hogar de Niñas en el que estoy haciendo práctica, me ha conmovido profundamente el descubrir que tantas niñas, por culpa de un adulto, han perdido en un segundo su niñez...
Suele pasar que los adultos pretendamos que los niños caminen a nuestro paso, cuando debiéramos dedicarnos sinceramente a que ellos den -a su ritmo- cada uno de los pasos que tienen que dar, no sólo porque ellos son parte de esa historia por construir, sino sobre todo porque su propia historia es un tesoro en sí misma.
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