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martes, 2 de febrero de 2010

“La Manzana” y la Trinidad (ensayo 4)

Uno de los últimos ensayos del ramo fue este. Intenta relacionar el filme árabe "La manzana" con la Trinidad ¡Wow, que dificil!
Fue escrito en diciembre de 2008:


En la película-documental de Samira Makhmalbaf “La Manzana” se muestra con claridad lo importante que son las relaciones interpersonales en la vida de toda persona, lo importante que es que el concepto de alteridad se lleve a la práctica. El filme expone como una madre ciega hace que los otros (sus hijas y esposo) vivan la misma desgracia que ella y se hagan parte de su “yo” de manera negativa, proyectando su desgracia en ellos, especialmente en sus hijas Massoumeh y Zahra, quienes a causa de esto pierden la capacidad de identidad, desconocen el mundo fuera de su casa; desconocen a otros aparte de su madre Soghra y su padre. Este último, sin duda juega un rol fundamental, ya que él podría regalar esa identidad a sus hijas, como lo hace el Padre en la Trinidad.

Por lo tanto, he aquí dos problemas que conllevan a uno mayor. El primero: la falta de identidad de las niñas y, además, del padre debido al egoísmo de la madre; el segundo: a causa de no conocerse a sí mismas, las niñas no tienen la capacidad de conocer a los demás; y, por último, sin duda esto lleva a la falta de relaciones interpersonales en ellas y a una gran dificultad a la hora de comunicarse una vez que han salido de la casa.



Sin embargo, el final resulta alentador demostrando que el ser humano está hecho para la relacionalidad. Cuando las niñas se encuentran con otros niños, con un perro o con el mundo en general, tienen grandes dificultades para desenvolverse, pero luego de compartir con otros -especialmente con las dos niñas que las pasean por la ciudad- descubren el cariño, la amistad, la alegría. Después de ver la cruda imagen de la madre sujetando las manos de sus dos hijas fuertemente para que no las separaran al inicio del filme, me impresionó la imagen de Massoumeh regalando una manzana a una de sus nuevas amigas, a pesar de que esta se negara a jugar con ella y cómo esta le responde con un beso. Esa manzana fue la fuente de la relación que por fin pudo liberar a las niñas de su encierro. En paralelo, sin embargo, se desarrolla otra relación igual de relevante que la anterior: la del padre consigo mismo al conversar con la asistente social y, cortando los barrotes de su puerta, tomar conciencia del error que estaba cometiendo, no sólo con su familia, sino en primer lugar con su persona al vivir la vida de alguien más, en este caso, su esposa.

Es, entonces, solo en el final del filme cuando se entiende la razón de porqué las niñas riegan una planta diariamente desde la reja de su casa, y es signo de que a pesar de su falta de libertad y de conocimiento del mundo exterior, ellas, como toda persona humana, responden a su condición natural de ser dadoras y constructoras de vida, responden a ese don gratuito regalado por Dios. La consecuencia de quien no responde a la vida, de quien no ve al otro como un “tú”, sino como un “ello” –en términos de Buber- queda manifestada en la madre quien, finalmente se queda sola.

La Trinidad, por lo tanto, es un Dios que se relaciona, consigo mismo y con los otros (los hombres) y, al igual que a Massoumeh y Zahra, nos interpela a todas las personas a responder a nuestra naturaleza humana como lo hizo Jesús: saliendo al encuentro verdadero del otro, regando esa planta, regalando esa manzana.

lunes, 1 de febrero de 2010

Identidad, alteridad, relación (ensayo 3)

Este es otro de los ensayos que antes mencioné sobre "identidad, alteridad y relación" como bien dice. Basado también, en gran parte en el corto alemán "Balance" también puesto en la barra lateral. Fue escrito en Noviembre de 2008:



Según filósofos modernos como Martín Buber y Martín Heidegger, todo hombre se conoce a sí mismo sólo tras un encuentro con otro. Ese “otro” que llamamos “tú” es igual a mí, pero diferente. Es decir, es igual en el sentido de también ser un “yo” desde su perspectiva: poseer pensamientos, sentimientos e ideas propias; pero es distinto en cuanto no es el “yo” que yo soy y está totalmente fuera de mí. Entonces “yo” soy aquel en el que sus actos dependen sólo de mí, sus sentimientos y pensamientos sólo son conocidos por mí; y el otro es aquel que posee estas mismas dimensiones, pero están fuera de mí; es a través del cual me puedo conocer al descubrir nuestras diferencias; es el que me ve como “otro”. Esa relación de retroalimentación de ambos nos hace crecer y descubrir que no sólo somos “yo” para nosotros mismos, sino que también somos “tú” para el otro.

En el cortometraje alemán “Balance” se nos muestra uno de los peligros de toda relación: el egoísmo. Cuando dejamos de ver al otro -en términos del judío Martín Buber- como un “tú” y lo vemos como un “ello” nos olvidamos de su condición de persona humana y lo utilizamos para nuestra propia conveniencia. La obra de los Lauenstein muestra como los hombres iguales aparentemente, pero diferentes en lo esencial, es decir, en su propia identidad (representada en los números de su espalda) se utilizan para lograr sus objetivos personales, llámese poder, poseer, etc. (representadas en la caja) invadidos por el egoísmo. Finalmente es ese afán personal el que deja sólo al hombre y sin poder alcanzar su objetivo, manifestando en el filme que no se pueden lograr sólo.



El Evangelio nos propone precisamente lo opuesto al egoísmo de manera muy explícita: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo cargue con su cruz de cada día y me siga.” (Lc 9, 23 - 24), en palabras de San Alberto Hurtado “no basta con dar, hay que darse”. En cuanto a la relación con los otros, el mejor ejemplo cristiano de esto lo encontramos en la parábola del buen samaritano, donde el “otro” es finalmente quien hace lo que “yo” debía hacer. Ese otro, por lo tanto, es potencialmente igual a mí. Jesús menciona, además, a los “otros”, es decir a los que no eran judíos, a lo largo de todo el Evangelio -principalmente el de Lucas- tales como los enfermos, los niños, las mujeres, las viudas… Más aún Jesús nació de una mujer soltera, uno de los grupos sociales más excluidos de su tiempo y del nuestro.
Por lo tanto, se hace importante tener claro ciertas claves para establecer buenas relaciones: primero, que somos “otros” para “otros”; y en segundo lugar que nunca hay que anteponer al propio “yo”, sino al “tú” del otro.

martes, 26 de enero de 2010

Creer y amar (ensayo 2)

Esta es otra de las reflexiones que describí antes. Este fue escrito el 28 de Agosto de 2008 y está basado en unos vídeos que vimos y que adjunté en la barra de YouTube al costado:

En Agosto de 2003 Steve Jobs, el creador de una de las empresas más importantes de la informática a nivel mundial (Apple) y, además creador de la empresa de animación más importante del momento (Pixar) ofreció una conferencia a cientos de alumnos de la Universidad estadounidense de Stanford. En ella cuenta tres historias testimoniales que hablan del futuro, de cómo enfrentarlo, del corazón y muchos otros factores que fundamentan la razón de su éxito en la vida, pero que se sustentan siempre en una palabra que repetirá Jobs en reiteradas ocasiones durante su discurso: “creer”.

La primera historia habla de “conectar los puntos” (connecting the dots), donde describe cómo al mirar hacia el futuro desde el presente nadie puede saber el significado de las cosas que están sucediendo, pero que al mirar hacia atrás siempre se podrán conectar y dar razón a todas esas situaciones que, a simple vista, parecen negativas o carentes de sentido. La segunda habla de las vueltas de la vida y el amor. Y es aquí en que insiste en no conformarse, en seguir buscando, porque el corazón y la intuición, dice Jobs, “ya saben lo que tú realmente quieres ser”. En su tercera y última experiencia motiva a vivir el día haciendo lo que el corazón dicta, sin entender esta afirmación como un carpe diem sin importar el futuro, sino que expresa cuan importante es vivir cada día sustentado en algo, es decir, darle sentido a la propia vida.

Resultan significativas, desde la perspectiva de la fe algunas frases que menciona el estadounidense: él dice que su vida comienza cuando sus padres deciden adoptarlo prometiendo a sus padres biológicos que él, algún día, iría a la universidad (a pesar de nunca graduarse). A pesar de no estar subtitulada esa frase tan importante (this was the start in my life) es imposible no preguntarse “Si para Jobs empezó ahí su vida ¿Cuándo empezó la mía?”. Jobs entendió cómo esos puntos se conectaron y desde ahí fue capaz de decir “this was the start in my life” y determinarlo así. La fe cristiana, de algún modo, marca ese inicio con el Bautismo cuando, después de haber nacido biológicamente, nacemos en Cristo interpelándonos a un estilo de vida en particular.

La fe da fuerza e impulsa a actuar: “Debes creer que los puntos se conectarán adelante, porque creer que los puntos se unirán te darán la confianza de seguir tu corazón”. Y a raíz de esta frase comienza a darse una relación importante entre la fe y el corazón, entre el creer y el amar. No puede concebirse la fe sin el amor, y no sólo desde el punto de vista de la fe en Cristo o algún Dios -como es el caso de Jobs que no menciona a Dios en ningún momento-, pues en su segunda historia él menciona que a pesar de ser despedido de su propia empresa “aún amaba lo que hacía” y que esa fue la razón para “mantenerse en marcha”. Y luego afirma “tenéis que encontrar lo que amáis”, ya que sin encontrar ese dot no habrá razón para vivir. Por lo tanto, Jobs cree profundamente en la razón del corazón, en que su corazón y su intuición siempre tendrán la respuesta correcta. El Padre José Kentenich habla de que Dios habla en la profundidad del corazón y denomina a este fenómeno “voz del alma” enmarcada en las “voces de Dios”, eso es lo que pone en práctica Steve Jobs, esa confianza en su corazón creyendo que en este se manifiesta una razón superior. Podríamos decir, entonces, que para encontrar esa felicidad es necesario, en primer lugar, creer, pero fundamental es también amar. Pero ese amor debe llevar a un actuar, como sucede en la fe, y ese actuar debe ser con alegría y con un espíritu constructivo: “Si fuera el último día de mi vida ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”

Y finaliza su discurso pidiendo inconformidad, pidiendo a los graduados nunca dejar de buscar hasta encontrar ese punto que se conectará con todos los puntos de su vida: “Stay hungry, stay foolish”.