Este es otro de los ensayos que antes mencioné sobre "identidad, alteridad y relación" como bien dice. Basado también, en gran parte en el corto alemán "Balance" también puesto en la barra lateral. Fue escrito en Noviembre de 2008:
Según filósofos modernos como Martín Buber y Martín Heidegger, todo hombre se conoce a sí mismo sólo tras un encuentro con otro. Ese “otro” que llamamos “tú” es igual a mí, pero diferente. Es decir, es igual en el sentido de también ser un “yo” desde su perspectiva: poseer pensamientos, sentimientos e ideas propias; pero es distinto en cuanto no es el “yo” que yo soy y está totalmente fuera de mí. Entonces “yo” soy aquel en el que sus actos dependen sólo de mí, sus sentimientos y pensamientos sólo son conocidos por mí; y el otro es aquel que posee estas mismas dimensiones, pero están fuera de mí; es a través del cual me puedo conocer al descubrir nuestras diferencias; es el que me ve como “otro”. Esa relación de retroalimentación de ambos nos hace crecer y descubrir que no sólo somos “yo” para nosotros mismos, sino que también somos “tú” para el otro.
En el cortometraje alemán “Balance” se nos muestra uno de los peligros de toda relación: el egoísmo. Cuando dejamos de ver al otro -en términos del judío Martín Buber- como un “tú” y lo vemos como un “ello” nos olvidamos de su condición de persona humana y lo utilizamos para nuestra propia conveniencia. La obra de los Lauenstein muestra como los hombres iguales aparentemente, pero diferentes en lo esencial, es decir, en su propia identidad (representada en los números de su espalda) se utilizan para lograr sus objetivos personales, llámese poder, poseer, etc. (representadas en la caja) invadidos por el egoísmo. Finalmente es ese afán personal el que deja sólo al hombre y sin poder alcanzar su objetivo, manifestando en el filme que no se pueden lograr sólo.
El Evangelio nos propone precisamente lo opuesto al egoísmo de manera muy explícita: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo cargue con su cruz de cada día y me siga.” (Lc 9, 23 - 24), en palabras de San Alberto Hurtado “no basta con dar, hay que darse”. En cuanto a la relación con los otros, el mejor ejemplo cristiano de esto lo encontramos en la parábola del buen samaritano, donde el “otro” es finalmente quien hace lo que “yo” debía hacer. Ese otro, por lo tanto, es potencialmente igual a mí. Jesús menciona, además, a los “otros”, es decir a los que no eran judíos, a lo largo de todo el Evangelio -principalmente el de Lucas- tales como los enfermos, los niños, las mujeres, las viudas… Más aún Jesús nació de una mujer soltera, uno de los grupos sociales más excluidos de su tiempo y del nuestro.
Por lo tanto, se hace importante tener claro ciertas claves para establecer buenas relaciones: primero, que somos “otros” para “otros”; y en segundo lugar que nunca hay que anteponer al propio “yo”, sino al “tú” del otro.
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