jueves, 29 de octubre de 2009

Mi Sueño de Chile

Tuve, hace unos días, la oportunidad de asistir al lanzamiento del libro “La Patria Anhelada” sobre la vida del Cardenal Raúl Silva Henríquez… a decir verdad dentro de las cosas que dijeron no recuerdo mucho, hablaron sobre el libro, el cardenal, pero sin mucha fuerza. Pero recuerdo que dijeron que él hubiese querido, como buen salesiano, que los presentes participáramos de la ceremonia. Para eso nos entregaron un papel pequeño en el que debíamos escribir cuál era “mi sueño de Chile”. Yo escribí “Sueño con un Chile que se atreva a soñar”…
Eso me llevó a pensar que siendo ayudante del ramo Ética Profesional en la Universidad me llamó la atención hace algunas semanas que, al pedirle a un grupo de alumnos de ingeniería que dibujaran cuál sería su sociedad ideal, la gran mayoría reconoció nunca haberse hecho siquiera esa pregunta: “¿Con que mundo sueño?”.
Es más. El mismo día del lanzamiento del libro, una compañera mía, activa en su Parroquia, buena estudiante, buena persona, no escribió nada en el papel. Y me da pena darme cuenta de lo mucho que nos cuesta soñar, de lo incómodo que nos resulta el silencio, de lo imposible que es salir de nuestra realidad, de lo mediocres que son las metas que nos ponemos (cuando lo hacemos).
María, ayúdame a soñar, y no dejes que me canse de hacerlo.
Sueño con un mundo donde reine tu pureza.
Sueño con un Chile que se atreva a soñar.

(10 de Noviembre 2008. Ayinrehue, Temuco)


David, el más pequeño (1Sam 16, 11)

Como cada Domingo, David va a Misa a Ayinrehue.

David es un hombre de alrededor de 35 años que vive en la calle. Tiene claros problemas motrices, le cuesta comunicarse y su salud mental no es óptima.

David participa atento de la Misa, pero más que estar pendiente de lo que dice o hace el sacerdote, está muy pendiente de todos quienes están a su alrededor. Se para junto a la puerta y la abre y cierra a cada persona que entra, sin importar que esta llegue atrasada, sea indiferente con él o lo mire con desprecio. David está siempre atento a lo que la gente necesita y no espera nada a cambio.

No obstante, David, pone su mirada en el altar y en la liturgia por un momento, el momento más importante: la Consagración. Desde ese minuto nada parece importarle más, se arrodilla al igual que todos, guarda silencio y agacha la mirada como sabiendo el respeto y solemnidad que la situación amerita. Ignoro si alguna vez comulga como todos... probablemente no se siente digno por estar mal vestido y sucio a diferencia del resto que lucen sus mejores tenidas en La Más importante de las fiestas. Mas, mi buen David ¿No sabes que lo verdaderamente importante es la pureza del corazón? Esa es la única tarjeta de invitación que sólo Dios puede hacerte llegar.

David vuelve a estar atento al resto tras la Comunión. Se acerca el momento de cumplir una de sus importantes tareas. Cuando el Santísimo es llevado de vuelta al tabernáculo, David abre la puerta del salón y luego apura el paso para abrir la puerta del Santuario. El Santísimo es guardado en el tabernáculo y David regresa a la Misa, al lugar de siempre: de pie junto a la puerta al fondo de la sala, solo.

David, tú eres el más pequeño entre tus hermanos, pero el más grande ante los ojos de Dios, porque tú pones la mirada en lo más importante: el prójimo y el altar. Tú eres más digno de Cristo que muchos de los que les abres la puerta cada Domingo.

David, tú pronuncias palabra sólo para preguntar lo que relamente importa, y, aunque sabes la respuesta no te cansas de oírla para nunca olvidarla: "¿Cuándo hay misa?".

Gracias David.