sábado, 22 de mayo de 2010

MOVIDO POR EL ESPÍRITU

A veces me siento un poco obligado a escribir alguna entrada de acuerdo al tiempo litúrgico en que estamos… ¿será el tiempo litúrgico realmente o será la fuerza del Espíritu? Ambas cosas aplican para escribir ahora.

Mañana celebramos la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de la Misión, la fiesta de la Iglesia. En definitiva, mañana celebramos Pentecostés.

Mucho se puede decir de esta fecha: hablar de la Misión de la Iglesia y, sobre todo en estos tiempos, de cómo la Iglesia no ha sido fiel a esa tarea; se puede hablar de la labor de María en medio de los discípulos, quien los congrega en medio del temor y la angustia por la ausencia del Maestro; se puede mencionar el siempre atractivo paralelo Babel-Cenáculo y las lenguas que nos dividen o el idioma del amor que nos une…
Creo, sin embargo que para entender Pentecostés es necesario entender qué es el Espíritu Santo: El “pariente pobre” de la Santísima Trinidad; la parte femenina de Dios; el protagonista de Pentecostés, la fiesta de la Iglesia Cristiana.

El Espíritu Santo no es ni pariente ni pobre.
No es pariente, porque es parte de la Trinidad y es, por lo tanto, Dios mismo.
No es pobre, porque ha estado presente en los momentos más decisivos de la historia del Pueblo de Dios desde el principio de los tiempos. Bíblicamente el Espíritu –sin desmentir la preexistencia de Jesús– es protagonista del Pentateuco antes que el Hijo.

¿Podría ser la figura femenina si es María su esposa? Así como la Iglesia es Esposa de Cristo –y antes Israel de Dios– María y el Espíritu Santo han sido reconocidos por su relación esponsal por mucho tiempo por los católicos.

La fiesta de Pentecostés marca el hecho fundante de la Iglesia, pero –como otras tantas– la hemos heredado de la cultura judía, quienes coincidentemente 50 días después de la Pascua vivían la Fiesta de la Cosecha en que se ofrecían las primicias de los frutos de la tierra. Era un día de acción de gracias.

Está claro que
Sobre el Paráclito se puede decir mucho.
Sobre el Ruah se puede decir mucho más.
Sobre el Pneumos se puede decir mucho más de lo que se sabe.
Está claro que
La propia experiencia de Dios-Espíritu es determinante para conocerlo.
La propia experiencia de Dios-Espíritu es determinante para conocerlo y amarlo.

¿Quién –no “qué”– eres Espíritu Santo? Eres el alma de mi alma.
Que este Pentecostés sea como la fiesta judía: que ofrezcamos nuestros mejores frutos, nuestra mejor cosecha.
Que este Pentecostés sea como la fiesta cristiana: que anunciemos al Señor hasta en los más lejanos lugares, que no haya un lugar en la tierra donde faltes Tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario