martes, 3 de noviembre de 2009

¡Señor, haznos inquietos!

¡Qué importante es para mí esta oración! Estar inquietos, en constante actividad. Lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a repetir: que pena llegar al final del día, mirar hacia atrás y darse cuenta que no hemos hecho nada, llegar a la cama sin algo de que descansar… que esto no se entienda como un querer sufrir o querer hacernos daño a nosotros mismos a través de ese cansancio. Es entender que ese cansancio debe ser signo de lo que realizamos durante el día.
Por otro lado este cansancio físico, esa inquietud en lo físico debe ir acompañada de una inquietud espiritual… no. Más bien, debe ser a raíz de una inquietud espiritual. Que lo que haga sea movido por la fuerza del Paráclito y sea precisamente, la voluntad de Dios.
No queremos caer en un activismo casi enfermizo. Queremos ser inquietos, para nunca dejar de buscarte y encontrarte, Padre, ver tu huella en cada cosa y en cada situación de nuestras vidas.
Que nuestra inquietud espiritual nos lleve a una constante vida de oración y contemplación… que nuestra inquietud espiritual, además nunca nos haga sentirnos conformes, no por un tema de soberbia o pesimismo, al contrario. Que nos podamos dar cuenta que siempre podemos dar más, siempre podemos hacer más, siempre podemos rezar más, siempre podemos estar más cerca de ti… por lo tanto, es inconformidad nos lleve a la profundidad como la inquietud nos lleva a la constancia en nuestra búsqueda incesante por encontrarte.
Cuando en el colegio un niño es inquieto se le tacha de desordenado o problemático, pero no me cabe duda que esos son los niños que en el futuro tampoco estarán quietos; que esos son los niños que frente a un problema no se detendrán a discutir o reflexionar lo triste que pueda ser la situación; esos son los niños que en futuro serán capaces de hacer una revolución; de hacer grandes cambios en el mundo, porque -he aquí lo importante de la inquietud espiritual- sin duda la raíz de la acción de todo revolucionario radica no en el bien y felicidad propios, sino en la felicidad del otro… ¡Ay del que se mantenga quieto! Porque será signo de que se conformó con su felicidad, porque será signo de que dejó de preocuparse por la felicidad del hermano, porque será signo de que dejó de preocuparse por la felicidad de esos Cristos sufrientes.

¡Haz que nuestro corazón nunca esté quieto! ¡Que no deje de latir! ¡Que no deje de amar!
¡Haz que nuestras manos nunca estén quietas! ¡Que no dejen de sostener! ¡Que no dejen de actuar!
¡Haz que nuestro espíritu nunca esté quieto! ¡Que no deje de buscarte! ¡Que no deje de encontrarte, Señor!
Hazme inquieto, Señor.
No me conformes, inquiétame.


(6 de Enero 2009. Catedral de Villarrica)

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