No hay duda de que la gran conclusión de todos los años es la misma: Un mes es muy poco para dedicarselo a María, a esa mujer fiel y sencilla que dedica su vida al Cristo.
Se acaba el Mes de María y una vez más me enamoro más de Ella;
una vez más me considero poco digno de su amor;
una vez más le ofrezco la vida... y una vez más sigue siendo poco.
¡Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan!
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