Sigo parafraseando al Padre Mario:
La estación estaba llena, pero a pesar de eso entre todo el tumulto de gente pudo ver a una mujer desmayada en el suelo, situación que siempre ofrece un espectáculo para los más "copuchentos". Y así fue. Todo el mundo se posó al rededor de la mujer mirándola. Sin embargo apenas llegó el tren todos subieron y dejaron atrás a la pobre mujer. Solo quedó el sacerdote y una pequeña niña de trenzas y jumper junto al inmóvil cuerpo.
- Hola- dijo amable e intrigado el cura- ¿es tu mamá, tu tía?...
- No.- respondió la pequeña.
- Entonces ¿qué haces aquí?- preguntó ahora más intrigado que antes.
- Es que yo hice un curso de primeros auxilios.- respondió con convicción la muchachita.
- ¡Ah! Muy bien... ¿Puedes, con los conocimientos que tienes, ir a buscar al guardia, por favor?
La niña partió rauda, y algunos minutos después se llevaron a la mujer para ser asistida.
- Hola- dijo amable e intrigado el cura- ¿es tu mamá, tu tía?...
- No.- respondió la pequeña.
- Entonces ¿qué haces aquí?- preguntó ahora más intrigado que antes.
- Es que yo hice un curso de primeros auxilios.- respondió con convicción la muchachita.
- ¡Ah! Muy bien... ¿Puedes, con los conocimientos que tienes, ir a buscar al guardia, por favor?
La niña partió rauda, y algunos minutos después se llevaron a la mujer para ser asistida.
Yo creo que Dios debe reírse un poco de nosotros... Decimos que queremos cambiar el mundo, hacemos planes de esto o de aquello... Somos como esa niña diciendo "yo hice un curso de primeros auxilios". Pero está bien, eso necesitamos: estar dispuestos para servir al Señor. Simplemente estar ahí para decirle que SÍ.
Porque hace 2 mil años la historia fue esa. El destino de la humanidad dependió de una muchacha que le dijo que sí a Dios. María dijo que sí.