Ella, una niña de unos diez años en misa junto a su madre y su abuelo.
Él, un joven misionero terminando una semana llena de Dios.
La canción de la misa es alegre. La gente aplaude al ritmo de la música.
Ella y él aplauden al mismo compás. El abuelo, dentro de sus
posibilidades, aplaude pero pierde el ritmo. Ella lo mira avergonzada.
Él lo mira feliz.
Ella ve que él mira a su abuelo feliz y se alegra también.
Todos aplauden felices -unos al ritmo de la canción y otros no- siguiendo la eucaristía con alegría.
Él encendió el fuego de ella. Ella no apagó el fuego de su abuelo.