Los tiempos
de Dios no son los nuestros. Eso lo tengo claro... al menos en el discurso. Pero
Dios se encarga de recordármelo sutilmente.
Siempre que
voy a Misiones tengo la intención de escribir sobre alguna experiencia vivida
ahí y digna de compartir, pero una vez más Dios me hace un “tapaboca”
recordándome dejar de lado la soberbia y los egoísmos. Más aún si considero que
este año el lema hablaba de abandonar todo en manos de María, como Ella lo hizo
en manos de Dios.
No quiero
decir con esto que no hubo nada digno de publicar, ni mucho menos. Muy por el
contrario, fue una Misión espectacular y rica en aprendizajes… pero Dios se
encargó de hacerme esperar varios meses para encontrar la experiencia más
importante de estas Misiones.
Hace unos días estaba conversando con "J", una alumna a la que no le iba bien el Colegio, solía pasar de curso a final de año siempre “con lo justo” y con una angustia propia de la situación. Le pregunté cómo estaba, cómo iba su rendimiento en este año. Sorprendentemente me dijo que le estaba yendo excelente, que sus notas eran muy buenas, a pesar de que este año era más difícil. Luego de esto tuvo una explosión de sinceridad maravillosa y, casi como desahogándose, me dijo “Sir, lo que pasa es que… yo le voy a contar. Desde que fui a Misiones todo cambió. Lo que pasa es que en Misiones yo necesitaba que Dios me ayudara con algo, y le pedí que me cumpliera eso, recé mucho, y lo cumplió. Desde ahí que cuando necesito algo rezo con fuerzas y Dios siempre cumple lo que le pido, por ejemplo ahora le he pedido que me vaya bien en el Colegio, o más bien, que me haga entender, que todo el tiempo que invierto en estudiar tenga fruto, y así ha sido hasta ahora”. Le expresé mi alegría por lo que me contaba y ella sonreía reflejo de un gozo inmenso en el corazón, contrario a la angustia que manifestaba cada final de semestre.
Ahora, cada
vez que me cruzo con J en el pasillo o el patio, me sonríe como recordándome
que yo sé su secreto. Y lo sé. Eso me alegra el alma: saber que por las
Misiones J incrementó su fe y, más aun, saber que Dios le responde a esa fe.