El día miércoles 17 de enero el Papa Francisco se reunió con los jóvenes de Chile en el Santuario de Maipú. Sin duda -junto al de la cárcel de mujeres- el mejor discurso de su visita apostólica a nuestro país.
Quisiera destacar algunos puntos de este discurso que me parecen realmente excepcionales, tanto de fondo como de forma.
En primer lugar, me parece fenomenal lo que el Papa vibra por lo jóvenes. Yo estuve ese mismo día, un par de horas antes en la misa que realizó en Temuco y se veía cansado. Su tranco era corto, su paso lento; su voz un poco triste y sombría; se evidenciaba que estaba agotado. Sin embargo cuando se reunión con los jóvenes, hasta su mirada era distinta. Estaba entusiasmado, su discurso fue enérgico, era transparente su cariño y preocupación por ellos. Siento que estaba "en casa" en medio de tanta juventud. Lo que ellos lograron fue contagiar al Papa de su propia alegría y energía, pues el rostro del Papa era solo un reflejo de lo que estaba delante de él. Fuimos testigos de un Papa cansado en Temuco, pero lleno de energía en Maipú ¡Qué maravilla!
En segundo lugar, me gustó mucho la forma en que Francisco habló a los jóvenes: usó su lenguaje, rió con ellos, espero sus tiempos, les preguntó cosas. Transformó un teléfono celular en un recordatorio para una clave fantástica "¿Qué haría Cristo en mi lugar?". Él sabe que los jóvenes miran su smartphone cientos de veces al día y, con eso, se asegura que recuerden una y otra vez esta contraseña. Convirtió la mayor crítica que se le hace a los jóvenes en una metáfora de sus vidas. Al parecer, él los entiende mejor que nadie: ellos tienen miedo a no tener wi-fi o señal, porque no quieren estar desconectados del mundo. Qué esperanzador ¿no? Francisco conoce a los jóvenes, quedó claro. Sabe dónde está parado: citó al San Alberto Hurtado y al Cardenal Silva Henríquez estando en medio de chilenos católicos, pero también citó una canción de La Ley, porque sabe que los jóvenes vibran con la música.
La Iglesia, en tercer lugar, está llamada a ser joven. El Papa invita a la juventud chilena a que mantengamos la imagen de Iglesia como "Madre" y que nos esforcemos porque no se convierta en "abuela Iglesia". Comienza su discurso felicitando a quienes "se bajaron del sofá y se pusieron los zapatos"- haciendo un guiño a su discurso en Cracovia- y con esto quiere animarlos a ponerse en primera fila y darse cuenta que necesitamos que la juventud de hoy tome las riendas de la Iglesia y del mundo.Los sigue invitando una y otra vez a ser protagonistas.
Quizás algo que no esperaban era que los invitara -tan drásticamente- a amar y luchar por su patria. Fue tajante: "si ustedes no aman a su patria, yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios". Su mensaje fue para luchar por sus ideales, pero con los pies puestos en la tierra, justamente, en la tierra de Chile. Finalmente me parece fundamental citar algo que dijo y que puede convertirse en uno de las más profundas raíces de los grandes problemas de muchos jóvenes en Chile y el mundo: Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a
nadie: “Le haces falta a mucha gente y esto pensálo”. Cada uno de
ustedes piénselo en su corazón: “Yo le hago falta a mucha gente”. Ese
pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, «es el consejo del diablo»
–“no le hago falta a nadie”–, que quiere hacerte sentir que no vales
nada… pero para dejar las cosas como están, por eso te hace sentir que
no vales nada, para que nada cambie, porque el único que puede hacer un
cambio en la sociedad es el joven, uno de ustedes. Cada una de las personas de este mundo es valiosa por lo que es, nada más que por eso.
Gracias Papa por esta visita y, sobre todo, gracias por animar a nuestros jóvenes chilenos a jugársela por grandes ideales.