Todos los colegas dicen que tienes déficit atencional, que no eres
bueno en los estudios, que te cuesta, que tal vez no pases de curso, que esto,
que lo otro... Pocos ven lo que yo veo. Solo yo soy testigo de lo orgulloso que
estás de haber ganado el premio de religión el año pasado y de lo decidido que
estás a ganártelo nuevamente. ¡Esa es determinación!
¿Déficit atencional? Lo dudo. En misa eres de los pocos que se concentra en lo
que pasa sobre el altar. Corrijo: SOLO te concentras en lo que pasa sobre el
altar. A tu lado todos hablan, se ríen, conversan. Alrededor puede caerse el
mundo, pero tú estás tan inmerso en el milagro que sucede frente a ti, que nada
parece perturbarte. Es tanta la concentración en la eucaristía que, casi como
flotando, te sales de la fila, y te acercas muy lentamente hacia el altar hasta
que algún profesor debe decirte “F, vuelve a tu puesto”. Solo ahí reaccionas,
pero no te importa, y está bien que así sea, porque estás consiente de lo
realmente importante: el milagro de la presencia de Jesús en medio nuestro por
medio de la eucaristía.
¿Déficit atencional? ¡Definitivamente no!
¿Existirá algún nombre para lo que tú padeces? Me arriesgo en diagnosticar
una profunda necesidad de descubrir a Dios en lo más sencillo y una
focalización única en lo realmente importante.
Gracias por sufrir este “mal” que tan bien nos hace, querido "F".