viernes, 27 de julio de 2018

DIAGNÓSTICO EQUIVOCADO


Todos los colegas dicen que tienes déficit atencional, que no eres bueno en los estudios, que te cuesta, que tal vez no pases de curso, que esto, que lo otro... Pocos ven lo que yo veo. Solo yo soy testigo de lo orgulloso que estás de haber ganado el premio de religión el año pasado y de lo decidido que estás a ganártelo nuevamente. ¡Esa es determinación!

¿Déficit atencional? Lo dudo. En misa eres de los pocos que se concentra en lo que pasa sobre el altar. Corrijo: SOLO te concentras en lo que pasa sobre el altar. A tu lado todos hablan, se ríen, conversan. Alrededor puede caerse el mundo, pero tú estás tan inmerso en el milagro que sucede frente a ti, que nada parece perturbarte. Es tanta la concentración en la eucaristía que, casi como flotando, te sales de la fila, y te acercas muy lentamente hacia el altar hasta que algún profesor debe decirte “F, vuelve a tu puesto”. Solo ahí reaccionas, pero no te importa, y está bien que así sea, porque estás consiente de lo realmente importante: el milagro de la presencia de Jesús en medio nuestro por medio de la eucaristía.

¿Déficit atencional? ¡Definitivamente no!
¿Existirá algún nombre para lo que tú padeces? Me arriesgo en diagnosticar una profunda necesidad de descubrir a Dios en lo más sencillo y una focalización única en lo realmente importante.

Gracias por sufrir este “mal” que tan bien nos hace, querido "F".