Tuve rabia.
Estaba enojado en misa.
Una vez más,
Felipe estaba conversando.
Su actitud
era displicente
y contagiaba
eso a sus compañeros.
Lo miro
fijamente y muy molesto.
Con un gesto
le digo que guarde silencio
y él me mira
fijo y desafiante.
Con otro
gesto le digo que mire hacia adelante.
Él se ríe
irónico y mira hacia el frente.
Llega el
momento de comulgar
y Felipe no
duda en ponerse de pie.
Mi primer
pensamiento es “¡Qué caradura!”
Luego pienso
en Carlos y en Carolina.
Mi rabia se
va esperando una sola cosa:
Que en él
actúe la gracia.
Confío que
en ellos actúa la gracia.
Confío
también, en que la gracia actuó en mí para poder llegar a entender (y escribir)
esto.
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