Desde hacía
meses que veníamos preparándonos, pero el día lunes 15 comenzó todo con la
entrega de los kit de voluntarios papales y la eucaristía de envío. Fue
maravilloso ver a tantos jóvenes -y otros no tan jóvenes vibrando por la
llegada del Papa a Chile, que vimos en pantalla gigante- congregados en torno a
esta visita. El día martes fuimos muy temprano a las 8.00 de la mañana a
reconocer terreno en Maquehue. A mediodía volvimos a casa y luego, a las 19.30
horas desde el Santuario de Schoenstatt Ayinrehue partimos rumbo al lugar donde
se celebraría la eucaristía. Más de catorce horas de servicio soportando el
paralizante frío y, más tarde, el potente sol.
Llegó el momento de la misa y yo solo
quería -desde hace varios meses- escuchar su mensaje, pero el cansancio
amenazaba con vencerme. No podía cerrar los ojos por más de tres segundos,
porque ya empezaba a tambalear. “¡No puedes quedarte dormido!” me decía a mí
mismo una y otra vez. No puedo decir con certeza que escuché toda la homilía,
pero me llamó la atención que el Papa repitiera una y otra vez una frase: nos
llamaba a ser “artesanos de unidad” en la Araucanía. Nunca se me va a olvidar.
A pesar de
mi cansancio, el Papa fue capaz de grabar a fuego en mi corazón su mensaje. A
veces pienso que Francisco sabía que yo estaba cansado y por eso lo repitió más
de una vez. Así es el Papa, nos conoce. Es un Pastor que “huele como su rebaño”
y eso lo hace tan único y especial.