martes, 26 de enero de 2010

Creer y amar (ensayo 2)

Esta es otra de las reflexiones que describí antes. Este fue escrito el 28 de Agosto de 2008 y está basado en unos vídeos que vimos y que adjunté en la barra de YouTube al costado:

En Agosto de 2003 Steve Jobs, el creador de una de las empresas más importantes de la informática a nivel mundial (Apple) y, además creador de la empresa de animación más importante del momento (Pixar) ofreció una conferencia a cientos de alumnos de la Universidad estadounidense de Stanford. En ella cuenta tres historias testimoniales que hablan del futuro, de cómo enfrentarlo, del corazón y muchos otros factores que fundamentan la razón de su éxito en la vida, pero que se sustentan siempre en una palabra que repetirá Jobs en reiteradas ocasiones durante su discurso: “creer”.

La primera historia habla de “conectar los puntos” (connecting the dots), donde describe cómo al mirar hacia el futuro desde el presente nadie puede saber el significado de las cosas que están sucediendo, pero que al mirar hacia atrás siempre se podrán conectar y dar razón a todas esas situaciones que, a simple vista, parecen negativas o carentes de sentido. La segunda habla de las vueltas de la vida y el amor. Y es aquí en que insiste en no conformarse, en seguir buscando, porque el corazón y la intuición, dice Jobs, “ya saben lo que tú realmente quieres ser”. En su tercera y última experiencia motiva a vivir el día haciendo lo que el corazón dicta, sin entender esta afirmación como un carpe diem sin importar el futuro, sino que expresa cuan importante es vivir cada día sustentado en algo, es decir, darle sentido a la propia vida.

Resultan significativas, desde la perspectiva de la fe algunas frases que menciona el estadounidense: él dice que su vida comienza cuando sus padres deciden adoptarlo prometiendo a sus padres biológicos que él, algún día, iría a la universidad (a pesar de nunca graduarse). A pesar de no estar subtitulada esa frase tan importante (this was the start in my life) es imposible no preguntarse “Si para Jobs empezó ahí su vida ¿Cuándo empezó la mía?”. Jobs entendió cómo esos puntos se conectaron y desde ahí fue capaz de decir “this was the start in my life” y determinarlo así. La fe cristiana, de algún modo, marca ese inicio con el Bautismo cuando, después de haber nacido biológicamente, nacemos en Cristo interpelándonos a un estilo de vida en particular.

La fe da fuerza e impulsa a actuar: “Debes creer que los puntos se conectarán adelante, porque creer que los puntos se unirán te darán la confianza de seguir tu corazón”. Y a raíz de esta frase comienza a darse una relación importante entre la fe y el corazón, entre el creer y el amar. No puede concebirse la fe sin el amor, y no sólo desde el punto de vista de la fe en Cristo o algún Dios -como es el caso de Jobs que no menciona a Dios en ningún momento-, pues en su segunda historia él menciona que a pesar de ser despedido de su propia empresa “aún amaba lo que hacía” y que esa fue la razón para “mantenerse en marcha”. Y luego afirma “tenéis que encontrar lo que amáis”, ya que sin encontrar ese dot no habrá razón para vivir. Por lo tanto, Jobs cree profundamente en la razón del corazón, en que su corazón y su intuición siempre tendrán la respuesta correcta. El Padre José Kentenich habla de que Dios habla en la profundidad del corazón y denomina a este fenómeno “voz del alma” enmarcada en las “voces de Dios”, eso es lo que pone en práctica Steve Jobs, esa confianza en su corazón creyendo que en este se manifiesta una razón superior. Podríamos decir, entonces, que para encontrar esa felicidad es necesario, en primer lugar, creer, pero fundamental es también amar. Pero ese amor debe llevar a un actuar, como sucede en la fe, y ese actuar debe ser con alegría y con un espíritu constructivo: “Si fuera el último día de mi vida ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”

Y finaliza su discurso pidiendo inconformidad, pidiendo a los graduados nunca dejar de buscar hasta encontrar ese punto que se conectará con todos los puntos de su vida: “Stay hungry, stay foolish”.

viernes, 22 de enero de 2010

Mi experiencia personal de Fe (ensayo 1)


En el ramo "Teología Fundamental" que rendí el año ante-pasado se nos pedía hacer reflexiones sobre los temas tratados en clases a través de ensayos.
El primero de ellos fue este, escrito en Agosto de 2008:



Para hablar de mi experiencia de fe me es imposible no referirme antes a mi experiencia de Dios ¡Y que difícil siquiera comenzar a pensar en esto! No porque sea muy poco lo que puedo decir, sino, precisamente, por lo contrario. ¡Es tanto lo que Dios me entrega y se me entrega a lo largo de mi vida! Quisiera, por lo tanto, comenzar por eso. Dios, como un Dios omnipresente. Durante estos años que he querido trabajar con dedicación para el Señor lo he visto presente en cada minuto, a pesar de no ser yo siempre un instrumento que se abandona en Él, como el barro al alfarero o el timón al capitán. Dios me ha hablado en cada instante de mi vida y lo he escuchado muchas veces, pero muchas no lo he querido escuchar y otras ni siquiera he notado que está ahí, pero sé que siempre ha estado, y tengo fe en que así será incondicionalmente. Lo he aprendido a descubrir, de manera especial, en las cosas pequeñas y dejar de buscarlo en el fuego o en el trueno, en el temblor o el huracán, sino que he querido esforzarme por hallarlo en lo débil, en lo pequeño y sencillo, en el susurro, en la brisa, en el silencio de la oración, en una sonrisa, ese don que, como San Alberto Hurtado decía, es tan preciado y que nadie es tan pobre para no poder darlo y tan rico para no necesitarlo… Y es que Dios me ha enseñado algo fundamental en la vida, y es entender y tomar conciencia de cómo Dios siempre nos interpela, nos llama, y nos habla gratuitamente, y no me refiero con esto sólo mirando la historia de Israel, sino que en cada minuto de mi vida. He logrado entender que tanto, una hoja que cae de un árbol, la elección de un nuevo papa, o el Milagro de la Eucaristía es voz de Dios. Dios está presente en todo momento, aunque no podamos verlo. Se hace presente en lo pequeño y, por si eso fuera poco, se hace pequeño y entrega su vida por nosotros. Lo hizo hace dos mil años y lo hace a diario en el altar. Él, que es Dios, se hace débil y se humilla y muere por mí.

En segundo lugar he podido descubrir la cara materna de Dios. Obviamente en mi Reina y Madre hermosa, María, porque Él también está presente en esa Persona que fue Tabernáculo Vivo… Pero más allá de eso. He visto siempre a Dios como un Padre, pero sólo porque así nos ha sido enseñado desde siempre, pero sé que Él también es Madre, desde mi perspectiva es más Madre que Padre. Su rostro femenino me es más significativo y sé que esa percepción tiene que ver con mi propia historia de vida […], pero ha sido así como Él se me ha mostrado, se me ha revelado: como esa persona cariñosa, que está siempre atento a lo que yo, su hijo, hago o dejo de hacer. Esa persona que sabe educarme sin dejar de dignificarme, mostrándome siempre el camino y haciéndome entender que su querer es y debe ser el mío también. Dios es Padre y también Madre.

Un Dios que es Iglesia y que es signo de alegría. […]
Es un Dios que siempre tiene algo nuevo que mostrar y que hace nuevas todas las cosas. Y que importante es en mi vida el poder renovarme en mis compromisos con Él y María constantemente. Nadie puede decir que Dios “está pasado de moda” o que en relación a Él siempre es más de lo mismo. […]

Es ese el Dios en quien creo, en quien tengo fe. Porque no se puede hablar de fe sin hablar de creer. No sé cuál será la definición de esa palabra -tan pequeña y grande a la vez- según el diccionario, pero me quedo con las palabras de San Pablo al reconocerla como la garantía de lo que se cree, la espera de lo que no se ve (Hb 11, 1). Porque se sabe que la fe no es algo racional, entendiendo esta “irracionalidad” no como algo sin sentido -muy por el contrario-, sino como algo que la razón no es capaz de explicar, que el lenguaje no es capaz de expresar con sus códigos humanos. Tampoco se debe entender que es algo totalmente de sentimiento, aunque sin duda algo de eso hay. La fe es ese tesoro que llevo en vasos de barro, que refleja inseguridad, porque la fe es amor y el amor -y de esto no cabe duda alguna- no tiene relación con la razón. La fe es como una relación amorosa, pero en la que uno puede fallar pero ella no fallará y constantemente me perdonará y hará una fiesta si vuelvo a su Casa. Desde este punto de vista la podríamos comparar con una relación padre-hijo, pero la gran diferencia está en que uno si puede decidir su fe (sin considerar el contexto geográfico-cultural natal) así como puede decidir una relación en contraposición de la relación paternal-filial. Esto no significa que uno puede elegir que creer, así como tampoco puede elegir querer o no a alguien; no obstante sí puede cultivar esa fe en la que cree, así como puede cultivar ese amor que siente.

Por lo tanto la fe está lejos de ser certezas, más bien, me ha generado dudas constantemente, sobre todo en el plano escatológico: ¿Qué pasaría si al morir no existiera realmente otro mundo? Si el Dios que yo adoro no es el “verdadero” y soy juzgado por otros dioses ¿seré salvo?, etc… No creo que sea sano no hacerse estas preguntas alguna vez a lo largo de mi vida de fe, siempre cuando actúe en nosotros esa santa relatividad que sea capaz de hacernos cuestionarnos siempre para encontrar una respuesta clara anclada en Cristo y en mi propia fe.

Se hace muy difícil, entonces, definir qué es la fe, sin embargo tengo muy claro lo que no es: la fe no es, en primer lugar, signo de seguridad. No es tampoco signo de racionalidad. No significa grandeza. No es respuestas.

Me atrevo a decir que la fe es esa “energía” -porque no la definiré como una “idea”, ni como un “sentimiento”, ni nada sustancial, claro está- que me lleva a actuar de una determinada manera y que da sentido a mi vida.

jueves, 21 de enero de 2010

Ruidos y silencios

Esta columna la escribí hace ya varios meses. Semana Santa 2009 después de un retiro de Sábado Santo dado por el Padre Enrique da Fonseca en Ayinrehue, Temuco. Ahora que estoy de vacaciones creo que es muy acertado pensar en estos "silencios".

El Padre Enrique da Fonseca dijo el sábado en retiro de jóvenes: “la música se compone de ruidos y silencios”…

Si mi vida fuera una canción no hay duda de que existirían momentos de ruidos y momentos de silencios.

Momentos de ruido son esos en que hago mucho, en que estoy en constante movimiento, llevando a cabo proyectos, practicando un apostolado, organizando retiros, misas, misiones, etc… ¡y qué importante es hacerlo! ¡qué importante es que haya ruido en mi vida! Pero ¿Qué pasa cuando mi vida solo se llena de “hacer”? Me convierto en un activista de la historia; si la música solo es ruido constante agota.

Momentos de silencio son esos en que estoy quieto, en que estoy solo, en que estoy en oración, en contemplación, los momentos en que detengo mi rutina y la observo, la evalúo, simplemente “soy”. Esos momentos en dan sentido a mi vida ¡¡Qué importante es que haya silencio en mi vida!! Pero ¿Qué pasa cuando mi vida solo se llena de “ser”? Me convierto en un pasivista de la historia; si la música solo es silencio aburre.

Por lo tanto quiero y anhelo de corazón que esa canción, que se compone día a día, sea compuesta por las manos puras de María, Ella, que es el equilibrio entre naturaleza y gracia, entre fe y vida… ¡¡Que María componga mi canción!!

(14 de Abril 2009, Temuco)

lunes, 18 de enero de 2010

Retiro de relleno

Hace dos días llegué de misiones de un colegio que lleva 11 años misionando cada verano... una hermosa labor, sin duda.

Alojamos en un colegio durante esos días. El último día -a diferencia del relato de la Creación, donde Dios descansaba- había que trabajar al máximo para dejar todo limpio.
Con los 90 muchachos que rondaban el lugar recogiendo basura, pero también botando otro poco, jugando y desordenando era imposible. A uno de los profesores se le ocurrió una idea y le dijo al sacerdote que nos acompañaba lo siguiente (que es el principal motivo de estas líneas):

- Padre. Necesitamos que haga un retiro de finalización de Misiones en la capilla por favor. Que dure como una hora.- el Padre respondió.
- Y ¿sobre qué les voy a hablar?
- No sé, de lo que sea -insistió el profesor de religión- lo que importa es mantenerlos ocupados fuera del colegio para mientras tanto poder limpiar y ordenar el lugar.


Esto me hace pensar en el poco valor que le damos a esos momentos de reflexión. Nunca nos retiramos.
Nunca miramos hacia atrás para poder mirar hacia adelante.
No le damos tiempo a nuestro espíritu.
No nos damos tiempo de retiro, de meditación, de reflexión, de silencio, de oración, de contemplación...
¡Ni siquiera yo que estoy escribiendo sobre esto me doy suficiente tiempo para ello!

La reflexión personal parece estar relegada a un lugar muy olvidado. Si alcanza el tiempo lo hacemos... peor aún, si necesitamos mantener a la gente ocupada hacemos un retiro.