Hace dos días llegué de misiones de un colegio que lleva 11 años misionando cada verano... una hermosa labor, sin duda.
Alojamos en un colegio durante esos días. El último día -a diferencia del relato de la Creación, donde Dios descansaba- había que trabajar al máximo para dejar todo limpio.
Con los 90 muchachos que rondaban el lugar recogiendo basura, pero también botando otro poco, jugando y desordenando era imposible. A uno de los profesores se le ocurrió una idea y le dijo al sacerdote que nos acompañaba lo siguiente (que es el principal motivo de estas líneas):
- Padre. Necesitamos que haga un retiro de finalización de Misiones en la capilla por favor. Que dure como una hora.- el Padre respondió.
- Y ¿sobre qué les voy a hablar?
- No sé, de lo que sea -insistió el profesor de religión- lo que importa es mantenerlos ocupados fuera del colegio para mientras tanto poder limpiar y ordenar el lugar.
Esto me hace pensar en el poco valor que le damos a esos momentos de reflexión. Nunca nos retiramos.
Nunca miramos hacia atrás para poder mirar hacia adelante.
No le damos tiempo a nuestro espíritu.
No nos damos tiempo de retiro, de meditación, de reflexión, de silencio, de oración, de contemplación...
¡Ni siquiera yo que estoy escribiendo sobre esto me doy suficiente tiempo para ello!
La reflexión personal parece estar relegada a un lugar muy olvidado. Si alcanza el tiempo lo hacemos... peor aún, si necesitamos mantener a la gente ocupada hacemos un retiro.
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