Sus letras me han acompañado en este inicio de año.
No pretendo ser comentarista de música, porque realmente me declaro un ignorante en el tema, pero sí puedo hablar de lo que provoca en mí cada una de estas canciones.
A pesar de tener una canción en inglés, creo que es un trabajo realmente representativo de la religiosidad chilena y se refleja en su música y sus versos.
Destaco intensamente la canción “Paz Armada” dedicada a los sacerdotes, en este tiempo tan difícil tras la sentencia a Karadima.
Me conmuevo con “Mi cuerpo es comida” que inevitablemente me recuerda el amargo rostro de una pobreza en muchos compatriotas que nos angustia y urge como cristianos.
“Ñütunge Ñidol” me traslada al corazón de nuestro pueblo mapuche.
Aunque no sé bailar cueca, me pican los pies por zapatear “El sermón del monte”.
Y el poema “Oración a Cristo del Calvario” de Gabriela Mistral -como siempre- me maravilla con la realidad de un Cristo que muere por nosotros, y que está presente en tantos pobres como lo dijo San Alberto Hurtado que, por supuesto, también tiene lugar en este disco mediante la canción “Fuego” (la misma que escuchamos en el disco “Un fuego que enciende otros fuegos”).
Siempre es ideal comprar el original, pero si no pueden hacerlo, escúchenlo en este blog que me enviaron hace un tiempo. Vale la pena rezar estas canciones. No creo que el padre Cristóbal se enoje.