Ambos sin una carrera que terminar. Ambos jóvenes. Ambos sin mucho apuro más que la urgencia de amarse libre y para siempre.
Contra toda lógica social, con poco más que su amor, con los invitados necesarios, con una sencilla y hermosa ceremonia, decidieron contraer matrimonio ante Dios. Ponerse los anillos, jurarse fidelidad y ver qué resultará de eso.
Hoy parece ser necesario tener de todo antes de arriesgarse a dar un paso así.
Pareciera ser que ni siquiera el amor es signo de seguridad.
Al parecer nos hemos olvidado de amar.
Al parecer nos hemos olvidado que Dios nos amó primero sabiendo lo pequeños que somos; sabiendo que podíamos abandonarlo.
La fe y el amor comparten mucho.
Hoy especialmente pienso en que comparten la impetuosa exigencia del riesgo, la necesidad de no saber con certeza lo que vendrá, sino creer con esperanza que será bueno… y aunque no fuera así nos tendremos el uno al otro para sobrellevarlo y superarlo juntos.
Y cuando digo el uno al otro me refiero a Dios y al hombre; a Jenny y Leo.
¡Felicidades a ambos! ¡Que Dios bendiga esta nueva familia que nace bajo su seno!
Pues mis felicitaciones al nuevo matrimonio. Me alegra conocer testimonios así, valientes, que nadan contra corriente gritándole al mundo que el verdadero amor está en el AMOR.
ResponderEliminarMil gracias por esta entrada. Un abrazo