Si hay algo que me llamó la atención de las Misiones Familiares a las que asistí en Julio fue el hecho de ver a niños tan pequeños participando de igual a igual conmigo, o con sus papás...
Para ser misionero y llevar la palabra de Dios no es necesario tener una edad determinada ni una preparación tan profunda. Sólo se necesita saber que Cristo nos pide amar a Dios y a nuestros hermanos tanto como nos amamos a nosotros mismos, y para un niño eso es mucho...
Después de todo ¿por qué habría Dios de necesitarnos sabios o mayores, si para Él esas categorías humanas no son más que eso? Es decir, Dios va más allá del tiempo y de las facultades intelectuales... o de cualquier otra cosa. Que ilusos somos al querer definirlo, etiquetarlo, nombrarlo, verlo, representarlo...
Para Dios no hay edad.
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