Ayer celebramos como un nuevo aniversario del regreso al padre del Padre José Kentenich, fundador de la Obra de Schoenstatt.
El Señor es generoso en llamarlo justamente el día de los Dolores de la Virgen, porque sin duda la Mater lloró cuando lo vió despedirse de su tierra amada.
El Padre Kentenich, quien fuera exiliado de su país natal por la misma Iglesia por la que tanto luchó, escogió estas palabras para su tumba: Dilexit Ecclesiam.
¡Qué acto más noble! ¿no?
Hoy más que nunca esas palabras debieran estar escritas en nuestros corazones, no sólo en nuestros epitafios: "Amó a la Iglesia" a pesar de su pequeñez, a pesar de los curas que nos desilusionan, a pesar de que todo nos invita a no creer en Ella...
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