jueves, 26 de agosto de 2010

LUJO DE UNOS POCOS

En clases de Antropología Teológica, mientras hablábamos sobre la diferencia entre el hombre y el animal, descubrimos algunas cosas.

El hombre actúa desde la razón.
El animal actúa desde el instinto.
El hombre, por la razón, toma conciencia de su propia vulnerabilidad.
El animal, por el instinto, simplemente persigue su propia supervivencia.
El hombre, por lo tanto, necesita salir al encuentro de otros. Se da cuenta de que necesita de los otros y de que otros necesitan de él.
El animal vive su vida sólo, a veces en comunidades de protección mutua y conveniencia, pero siempre marcada por la soledad y el egoísmo.

El hombre y la mujer, por lo tanto, están llamados al encuentro y no al egoísmo, ni menos a la soledad. El egoísmo es un lujo que sólo los animales pueden darse.

Sólo me queda preguntarme, después de mirar un poco la realidad ¿cuántos animales disfrazados de humanos viven entre nosotros?





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