viernes, 22 de octubre de 2010

DIOS ESTÁ ESPERANDO UN HIJO

Cuando hablamos de Dios no podemos dejar de pensar en un Dios Padre, un Dios masculino, un Dios varón… seguramente lo hemos visto muchas veces en libros de religión como un abuelo barbón con cara de bonachón que mira desde lo alto con una gran sonrisa.
Y, en cierta medida, algo de eso está bien. Pero hay una particularidad en el amor de Dios que el tercer Isaías (Is 49, 14-15) ya reconoció antes de la llegada de Cristo: Dios nos ama como una madre ama a su hijo.
Dios nos ama con un amor entrañable, esto es, desde las entrañas, desde las vísceras. Podríamos decir “desde el vientre”. Solo las mujeres que han sido madres pueden experimentar ese amor por el hijo que nace desde sí mismas.

Solo podemos entender a Dios como varón desde el reconocimiento de una cultura judía, cristiana y -hoy- contemporánea marcadas por el machismo.

Dios nos esperó ansiosos para ver nuestro nacimiento.
Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y justamente esto significa que hemos nacido de Él, de su “vientre”. Podemos decir que estuvo embarazad@ de cada uno de nosotros.



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