Éste es el misterio: el cielo ha fecundado la tierra con un rocío luminoso. La liturgia de Adviento canta: “Cielos, lloved vuestro rocío”. ¿Quién es ese rocío? El que cae en la noche de Navidad en un pesebre y empieza a iluminar la tierra con su acampada entre los hombres. Pero tiene que penetrar en lo hondo de la tierra. Por eso muere y entra en la tumba. El rocío luminoso es nuestro Señor Jesucristo, crucificado, muerto y sepultado, que ha bajado hasta la fosa para conquistar, como Señor triunfante, a sus muertos, para que los cuerpos sean cuerpos luminosos, nuevas criaturas, verdadera imagen de Dios. Pero estamos ya en el Nuevo Testamento…
(Antonio Bringas, “El valor de la vida humana en las SSEE” 1984)
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