Ayer se cumplieron 10 años del grave atentado contra las torres gemelas en Nueva York.
Grave por la crisis que provocó a nivel emocional y económico en las personas.
Grave, especialmente, por la muerte de muchos inocentes.
Y -me uno a las palabras del papa Benedicto- grave, porque quienes realizaron dicho atentado lo hicieron en nombre de Dios: "Cada vida humana es preciosa ante los ojos de Dios".
Ayer se cumplieron 38 años del golpe de estado de Pinochet en Chile.
Grave, porque se atentó contra la vida de muchos compatriotas que creían en un Chile mejor, que creían en los suyos... que creían en algo. Un atentado que hasta el día de hoy nos duele y nos angustia en lo más profundo de nuestro ser patria.
Ayer el Evangelio nos hablaba del perdón. No sólo 7 veces, sino 70 veces 7 debemos perdonar a nuestros hermanos según el Señor.
Pero ¿cómo perdonar a nuestro hermano que ha realizado tan abominable acto contra la vida? El perdón que viene del amor y de la paz es real y sincero. No creo que sea necesario olvidar para perdonar, al contrario, creo que es importante tener memoria y honrar a nuestros hermanos muertos mediante el perdón, no mediante el odio y la venganza.
"El 11 se recuerda con fuego" rezaba un muro cerca de mi casa. Que sea el fuego del amor, el fuego que forja algo nuevo; y no el fuego del odio, el fuego que destruye.
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