Tomad, Señor y recibid
Toda mi libertad
Mi memoria, mi entendimiento
Y toda mi voluntad;
Todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis;
a vos, Señor, lo torno
todo es vuestro.
Disponed a toda vuestra voluntad,
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esta me basta.
Amén
miércoles, 28 de abril de 2010
martes, 27 de abril de 2010
EL REINO
Sólo Tú eres la Llave y la Cerradura,
Sólo Tú eres la Cerradura y la Puerta,
Sólo Tú eres la Puerta y la Casa.
Sólo por Ti se entra al Reino,
Y sólo Tú eres el Reino en plenitud.
Sólo Tú eres la Cerradura y la Puerta,
Sólo Tú eres la Puerta y la Casa.
Sólo por Ti se entra al Reino,
Y sólo Tú eres el Reino en plenitud.
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lunes, 26 de abril de 2010
CASI NUNCA QUIETO
Este es el único lugar en que estoy quieto, pero una vez que salgo de él no puedo estarlo… (24 abr 2010)
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domingo, 25 de abril de 2010
MI TRAYECTORIA PASTORAL
En clases tuvimos que hacer una "trayectoria pastoral" y exponerla mediante un video. Esto expuse yo...
Pero me quiero quedar con lo que dijo Leo: "¿Cómo llegué a ser quien soy? De ningún modo solo"
Pero me quiero quedar con lo que dijo Leo: "¿Cómo llegué a ser quien soy? De ningún modo solo"
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viernes, 23 de abril de 2010
jueves, 22 de abril de 2010
LA VIRGINIDAD DE MARÍA (2nda parte)
Pero ¿Qué tiene de relevante o de valioso que María sea virgen?
Ser virgen hoy en día es una locura, es ser “perno”, es ser anticuado y no saber “aprovechar la vida”.
Ser virgen hace algunos cuántos años era ser soltero aún, era estar preparado perfectamente para la vida consagrada o sacerdotal… o bien, ser un solterón o solterona.
Ser virgen en la época de María era ser “no fecunda”, era no obedecer al mandato de Dios de tener descendencia (Gn 1, 28; 9, 1. 7). Para los judíos es importantísimo tener muchos hijos y honrar a Dios de esa manera, dándole familia. Ser infértil es para ellos una de las más grandes desgracias.
El hombre y la mujer están preparados y creados para tener hijos. No tenerlos es, en cierta medida, renunciar y desprenderse de su mayor don.
Ser virgen, entonces, es ser “yerma”, infértil, ser débil, ser frágil, depender de alguien… ¡Que mejor manera de ejemplificar la entrega de María a Dios Padre! Luego de tener a Jesús no tuvo más hijos y así se mantuvo como siempre: pequeña, entregando al Señor más de lo que le pidió (que ya era una gran tarea), abandonada totalmente en sus manos…
Si Dios siempre se vale de lo pequeño para dar vida a lo más grande ¿Por qué habría de ser diferente con María? Ella, la que se hace pequeña, es la Reina de todo lo Creado.
Ser virgen hoy en día es una locura, es ser “perno”, es ser anticuado y no saber “aprovechar la vida”.
Ser virgen hace algunos cuántos años era ser soltero aún, era estar preparado perfectamente para la vida consagrada o sacerdotal… o bien, ser un solterón o solterona.
Ser virgen en la época de María era ser “no fecunda”, era no obedecer al mandato de Dios de tener descendencia (Gn 1, 28; 9, 1. 7). Para los judíos es importantísimo tener muchos hijos y honrar a Dios de esa manera, dándole familia. Ser infértil es para ellos una de las más grandes desgracias.
El hombre y la mujer están preparados y creados para tener hijos. No tenerlos es, en cierta medida, renunciar y desprenderse de su mayor don.
Ser virgen, entonces, es ser “yerma”, infértil, ser débil, ser frágil, depender de alguien… ¡Que mejor manera de ejemplificar la entrega de María a Dios Padre! Luego de tener a Jesús no tuvo más hijos y así se mantuvo como siempre: pequeña, entregando al Señor más de lo que le pidió (que ya era una gran tarea), abandonada totalmente en sus manos…
Si Dios siempre se vale de lo pequeño para dar vida a lo más grande ¿Por qué habría de ser diferente con María? Ella, la que se hace pequeña, es la Reina de todo lo Creado.
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martes, 20 de abril de 2010
LA VIRGINIDAD DE MARÍA (1era parte)
“Tú, que eres de Schoenstatt ¿Qué me puedes decir de este tema de los hermanos de Jesús? ¿No se supone que María fue siempre virgen?” me preguntó un compañero después de haber leído juntos un documento sobre Jesús Histórico que mencionaba tangencialmente esta situación.
Mis respuestas fueron más pobres que satisfactorias, me imagino, porque después de darlas me pidió que lo conversara con algún sacerdote de Schoenstatt y luego conversáramos.
Son dos las teorías que manejo (y que respondí a mi compañero):
La primera es que al leer en los Evangelios sobre los hermanos de Jesús (Mt 12, 46; Jn 7,3) estos se refieren principalmente a los primos y parientes en general. Esto debido a que la palabra en griego corresponde a otra palabra semita usada para referirse a parientes cercanos especialmente a “primos hermanos”.
La segunda -bastante más creíble según mi opinión- es que José pudo haber sido viudo y haber tenido hijos en su primer matrimonio. Bien sabemos que era un buen hombre y que además era de avanzada edad, y que en la Palestina del siglo I los hombres no esperaban a ser viejos para casarse, sino lo contrario.
La Iglesia afirma tajantemente la virginidad de María antes, durante y después del parto, pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida (cfr. Catecismo n.493).
Mis respuestas fueron más pobres que satisfactorias, me imagino, porque después de darlas me pidió que lo conversara con algún sacerdote de Schoenstatt y luego conversáramos.
Son dos las teorías que manejo (y que respondí a mi compañero):
La primera es que al leer en los Evangelios sobre los hermanos de Jesús (Mt 12, 46; Jn 7,3) estos se refieren principalmente a los primos y parientes en general. Esto debido a que la palabra en griego corresponde a otra palabra semita usada para referirse a parientes cercanos especialmente a “primos hermanos”.
La segunda -bastante más creíble según mi opinión- es que José pudo haber sido viudo y haber tenido hijos en su primer matrimonio. Bien sabemos que era un buen hombre y que además era de avanzada edad, y que en la Palestina del siglo I los hombres no esperaban a ser viejos para casarse, sino lo contrario.
La Iglesia afirma tajantemente la virginidad de María antes, durante y después del parto, pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida (cfr. Catecismo n.493).
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lunes, 19 de abril de 2010
LA COMUNIÓN (De la caja roja 4)
Esto fue escrito el 3 de diciembre de 2006. Hay muchas cosas que ya no comparto. Hay cosas que han cambiado, cuyas percepción es diferente hoy, pero como dije un par de entradas atrás, quise mantenerme fiel a estos textos, dejarlos tal como los encontré…
Cada vez que voy a misa me fijo en cómo comulga la mayoría de la gente.
Para empezar, le dicen a su amigo que está al lado suyo “¿Vamos a comulgar?” y el otro le dice “Bueno” el 90% de las veces.
Luego, mientras hacen la fila, se preocupan de saludar a la mayor cantidad de gente posible. Conversan con el que está atrás o adelante, y miran todo el lugar para ver si hay algún conocido. Y, por último, una vez que ya han comulgado, mastican rápidamente la hostia y la tragan para seguir conversando, en algunos casos rezan un poquito.
Si uno comulga o no, es decisión propia. Invitar a alguien o esperar ser invitado demuestra que ¿no nos atrevemos a recibir a Cristo por nuestra cuenta?
Es difícil de entender.
Mientras hacemos la fila para comulgar deberíamos ir concentrados en lo que vamos a hacer: ¡Recibir a CRISTO! Rezarle para que se quede en nuestro corazón. Prepararse, concentrarse, etc.
Una vez que ya hemos recibido a Jesús tendríamos que aprovechar al máximo ese momento. Rezar, rezar, rezar para que Jesús no se vaya de nuestro corazón, de nuestra boca, de nuestro pensamiento.
Jesús
Con la certeza de que ahora estás en mi corazón y consciente de que nunca vas a estar más cerca de él
Quiero contarte que…
Agradecerte por…
Pedirte por…
Y pedirte que te mantengas en mí
Que cada comunión que tengamos
Me acerque más a Ti
Para poder llegar a ser reflejo tuyo.
No te vayas de mi corazón
No te vayas de mi pensamiento
No te vayas de mi boca
No te vayas de mis manos
Y así darte gloria en cada acto de mi vida.
Amén.
Hoy valoro mucho el hecho de que alguien te invite a comulgar, aunque a veces hay que saber a quien decírselo, debe existir la confianza para que esa persona se sienta con la libertad de decirte “No, gracias” sabiendo que no le está diciendo “No, gracias” a Cristo.
Con respecto a la pregunta “¿No nos atrevemos a recibir a Cristo por nuestra cuenta?” hoy sin duda respondería que no me atrevo, que no se puede, que no se es digno, que se necesita de el otro para que te ayude a recibirlo. Eso, precisamente, es la “Koinonía”; eso es la Eucaristía.
Cada vez que voy a misa me fijo en cómo comulga la mayoría de la gente.
Para empezar, le dicen a su amigo que está al lado suyo “¿Vamos a comulgar?” y el otro le dice “Bueno” el 90% de las veces.
Luego, mientras hacen la fila, se preocupan de saludar a la mayor cantidad de gente posible. Conversan con el que está atrás o adelante, y miran todo el lugar para ver si hay algún conocido. Y, por último, una vez que ya han comulgado, mastican rápidamente la hostia y la tragan para seguir conversando, en algunos casos rezan un poquito.
Si uno comulga o no, es decisión propia. Invitar a alguien o esperar ser invitado demuestra que ¿no nos atrevemos a recibir a Cristo por nuestra cuenta?
Es difícil de entender.
Mientras hacemos la fila para comulgar deberíamos ir concentrados en lo que vamos a hacer: ¡Recibir a CRISTO! Rezarle para que se quede en nuestro corazón. Prepararse, concentrarse, etc.
Una vez que ya hemos recibido a Jesús tendríamos que aprovechar al máximo ese momento. Rezar, rezar, rezar para que Jesús no se vaya de nuestro corazón, de nuestra boca, de nuestro pensamiento.
Jesús
Con la certeza de que ahora estás en mi corazón y consciente de que nunca vas a estar más cerca de él
Quiero contarte que…
Agradecerte por…
Pedirte por…
Y pedirte que te mantengas en mí
Que cada comunión que tengamos
Me acerque más a Ti
Para poder llegar a ser reflejo tuyo.
No te vayas de mi corazón
No te vayas de mi pensamiento
No te vayas de mi boca
No te vayas de mis manos
Y así darte gloria en cada acto de mi vida.
Amén.
Hoy valoro mucho el hecho de que alguien te invite a comulgar, aunque a veces hay que saber a quien decírselo, debe existir la confianza para que esa persona se sienta con la libertad de decirte “No, gracias” sabiendo que no le está diciendo “No, gracias” a Cristo.
Con respecto a la pregunta “¿No nos atrevemos a recibir a Cristo por nuestra cuenta?” hoy sin duda respondería que no me atrevo, que no se puede, que no se es digno, que se necesita de el otro para que te ayude a recibirlo. Eso, precisamente, es la “Koinonía”; eso es la Eucaristía.
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miércoles, 14 de abril de 2010
KEVIN SANTANA (De la caja roja 3)
Hace más de un año dejé de hacer algo que debería volver a hacer: visitar durante la noche a la gente que deurme en las calles (lo que llamábamos con mis amigos "Once fraterna"), los extraño mucho, pero me alegra el hecho de que cuando dejé de visitarlos eran ya muy pocos gracias a la acción de muchos hermanos del Hogar de Cristo, de la iglesia Evangélica y demases...
Esto tiene que ver con eso. Fue escrito el 27 de Noviembre de 2006:
Ese es el nombre de un niño que nos tocó conocer el jueves en la feria, en once fraterna.
Tiene 12 años y no tiene problema en decir que durante el día “machetea plata” y además roba “pero no a los pobres” sino a los ricos.
Duerme en la calle junto a otros tíos y dice que con lo que roba les regala “pancito a ellos”.
Siempre es impactante ir a once fraterna, pero es aún más fuerte ver a un niño durmiendo en el asfalto con una frazada y entremedio de tres adultos.
Solo espero que Kevin y todos esos niños que hay en la calle encuentren un hogar en Cristo y María; que, si algún día Kevin Santana lee esto ya no esté en la calle y ya no esté robando.
Esto tiene que ver con eso. Fue escrito el 27 de Noviembre de 2006:
Ese es el nombre de un niño que nos tocó conocer el jueves en la feria, en once fraterna.
Tiene 12 años y no tiene problema en decir que durante el día “machetea plata” y además roba “pero no a los pobres” sino a los ricos.
Duerme en la calle junto a otros tíos y dice que con lo que roba les regala “pancito a ellos”.
Siempre es impactante ir a once fraterna, pero es aún más fuerte ver a un niño durmiendo en el asfalto con una frazada y entremedio de tres adultos.
Solo espero que Kevin y todos esos niños que hay en la calle encuentren un hogar en Cristo y María; que, si algún día Kevin Santana lee esto ya no esté en la calle y ya no esté robando.
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martes, 13 de abril de 2010
CREER (De la caja roja 2)
Esto lo escribí el 17 de enero de 2007, camino a Lonquimay. También estaba dentro de la caja ya mencioanda.
¿Por qué cuesta tanto creer?
El hombre está tan reacio a creer. No solo no hay fe en Dios, sino en todo. Tal vez, por un lado esté bien: no creer “porque sí”, sino buscar una razón más profunda, cuestionar para fortalecer nuestra fe, nuestras convicciones.
Debo reconocer que yo también me cuestiono de vez en cuando muchas cosas y estoy en desacuerdo con muchas otras también, mas de algún modo siento que esos cuestionamientos tienen fruto y fortalecen mi fe.
Fe es la esperanza de lo que creemos, la convicción de lo que no vemos; tal vez por eso al mundo le cuesta tanto creer, porque le cuesta creer en lo que no puede tocar, oler, etc… Pero ¿acaso no vemos a Dios en cada minuto de nuestras vidas? ¿no lo vemos en cada persona que está alrededor nuestro? Hay tantas cosas donde podríamos ver a Dios y no lo hacemos. Desde la Eucaristía hasta el hecho de que “un semáforo nos toque verde”. Para ver esas cosas no debemos abrir al máximo nuestros ojos, sino abrir nuestro corazón. Como decía Saint-Exupéry: “Lo verdaderamente importante solo es visible a los ojos del corazón”, nosotros, como cristianos, podríamos decir “a los ojos de la fe”.
¿Por qué cuesta tanto creer?
El hombre está tan reacio a creer. No solo no hay fe en Dios, sino en todo. Tal vez, por un lado esté bien: no creer “porque sí”, sino buscar una razón más profunda, cuestionar para fortalecer nuestra fe, nuestras convicciones.
Debo reconocer que yo también me cuestiono de vez en cuando muchas cosas y estoy en desacuerdo con muchas otras también, mas de algún modo siento que esos cuestionamientos tienen fruto y fortalecen mi fe.
Fe es la esperanza de lo que creemos, la convicción de lo que no vemos; tal vez por eso al mundo le cuesta tanto creer, porque le cuesta creer en lo que no puede tocar, oler, etc… Pero ¿acaso no vemos a Dios en cada minuto de nuestras vidas? ¿no lo vemos en cada persona que está alrededor nuestro? Hay tantas cosas donde podríamos ver a Dios y no lo hacemos. Desde la Eucaristía hasta el hecho de que “un semáforo nos toque verde”. Para ver esas cosas no debemos abrir al máximo nuestros ojos, sino abrir nuestro corazón. Como decía Saint-Exupéry: “Lo verdaderamente importante solo es visible a los ojos del corazón”, nosotros, como cristianos, podríamos decir “a los ojos de la fe”.
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lunes, 12 de abril de 2010
LA ORACIÓN (De la caja roja 1)
Durante el fin de semana ordenando unas cosas encontré -dentro de la gran caja roja de madera que normalmente tengo en mi pieza pero muy rara vez abro- unos cuadernos en los que alguna vez escribí.. son de 2006 y 2007 aproximadamente. Los transcribí textual para no "contaminar" de alguna manera lo que pensé en esos tiempos.
Esto, por ejemplo, lo escribí el 22 de Noviembre de 2006. Ahí voy.. ¿o ahí fui?
San Alberto dice que la oración debe ser el alimento del apóstol, su principal arma. La oración es el momento o uno de los momentos en que estamos más cerca de dios, más aún la oración en comunión con Él.
Pero a pesar de que todos sabemos esto sobre la oración (y mucho más) nos cuesta mucho hacer de este acto algo realmente importante y necesario en nuestra vidas, por lo menos es mi caso.
Debo aprender estos puntos, pero sobre todo ponerlos en práctica.
1.- Cerrar las puertas de los sentidos.
Obviamente me es muy difícil concentrarme (y no sólo en la oración). Hay que esforzarse por lograr estar sólo Dios y yo, frente a frente, cara a cara. Si para eso es necesario cerrar los ojos, dejar de respirar, taparse los oídos, debo hacerlo; si es necesario estar mirando un crucifijo o una imagen de María, si es necesario prender un incienso u oler una flor, o poner alguna música especial, debo hacerlo.
Dios merece que nuestro diálogo con Él sea fluido y vale la pena cualquier cosa para lograr esa concentración necesaria. Él nos habla todo el tiempo, a cada instante; debemos por lo tanto dedicarle un tiempo importante para hablarle.
2.- Hablar con Dios… ¡Sí, Dios!
Suele suceder, sobre todo en oraciones grupales, que uno, al rezar, se olvida de estar hablando con Dios y se esfuerza por hacer una oración estéticamente perfecta sin importar el verdadero sentido y el significado de lo que está haciendo.
Es necesario tomar conciencia de que no estoy hablándole a un amigo o algún santo… le estoy hablando a mi Dios, al mismísimo Dios, a quien creó el universo. En ese momento de oración no se me puede olvidar eso: “estoy hablando con Dios”. Nuestra conexión debe ser muy profunda y llena de fe.
Lo más probable es que todo recemos el Padre nuestro, el Ave María o cualquier oración “prefabricada” de memoria y sin pensar y analizar siquiera lo que estoy diciendo. También ahí debo estar consciente de rezarle a Dios esas palabras. Lo mismo cuando el padre en misa diga “oremos…” Esas palabras que diga después, analizarlas y hacerlas nuestras.
Este punto, sin duda, es el más importante: hablar con Dios.
3.- Rezar, no cumplir.
No debemos sentir la oración como nuestra obligación, como un deber, sino como un derecho, un regalo, un privilegio. No debemos rezar por cumplir con nuestro horario espiritual o nuestra oración de la noche, sino porque realmente queremos hacerlo. Nuestra relación con Dios debe ser la de dos buenos amigos, que cuentan las horas para contarse lo sucedido el uno al otro al estar juntos.
Oración no es obligación. En ocasiones, cuando voy a rezar y tengo ese sentimiento de “rezar por cumplir”, prefiero no rezar. Dios no merece nada a medias. Pero desde hoy cuando sienta eso, me diré a mi mismo: “la oración es un regalo, no lo desaproveches”.
4.- Constancia.
Cada día debo educarme en la oración, debo ir logrando una oración más profunda e intensa y, como decía el Padre Kentenich: “a caminar se aprende caminando, a amar se aprende amando” me atrevo a agregar “a rezar se aprende rezando”.
Mientras más constante seamos en la oración, más creceremos en ella.
Suele suceder que si dejamos de rezar un día no tendremos problema e dejar de rezar el siguiente, y el siguiente, y el siguiente…
Me salió un poco largo después de todo.. ¡y tanto que alego contra las entradas largas! ¡Bah!
Esto, por ejemplo, lo escribí el 22 de Noviembre de 2006. Ahí voy.. ¿o ahí fui?
San Alberto dice que la oración debe ser el alimento del apóstol, su principal arma. La oración es el momento o uno de los momentos en que estamos más cerca de dios, más aún la oración en comunión con Él.
Pero a pesar de que todos sabemos esto sobre la oración (y mucho más) nos cuesta mucho hacer de este acto algo realmente importante y necesario en nuestra vidas, por lo menos es mi caso.
Debo aprender estos puntos, pero sobre todo ponerlos en práctica.
1.- Cerrar las puertas de los sentidos.
Obviamente me es muy difícil concentrarme (y no sólo en la oración). Hay que esforzarse por lograr estar sólo Dios y yo, frente a frente, cara a cara. Si para eso es necesario cerrar los ojos, dejar de respirar, taparse los oídos, debo hacerlo; si es necesario estar mirando un crucifijo o una imagen de María, si es necesario prender un incienso u oler una flor, o poner alguna música especial, debo hacerlo.
Dios merece que nuestro diálogo con Él sea fluido y vale la pena cualquier cosa para lograr esa concentración necesaria. Él nos habla todo el tiempo, a cada instante; debemos por lo tanto dedicarle un tiempo importante para hablarle.
2.- Hablar con Dios… ¡Sí, Dios!
Suele suceder, sobre todo en oraciones grupales, que uno, al rezar, se olvida de estar hablando con Dios y se esfuerza por hacer una oración estéticamente perfecta sin importar el verdadero sentido y el significado de lo que está haciendo.
Es necesario tomar conciencia de que no estoy hablándole a un amigo o algún santo… le estoy hablando a mi Dios, al mismísimo Dios, a quien creó el universo. En ese momento de oración no se me puede olvidar eso: “estoy hablando con Dios”. Nuestra conexión debe ser muy profunda y llena de fe.
Lo más probable es que todo recemos el Padre nuestro, el Ave María o cualquier oración “prefabricada” de memoria y sin pensar y analizar siquiera lo que estoy diciendo. También ahí debo estar consciente de rezarle a Dios esas palabras. Lo mismo cuando el padre en misa diga “oremos…” Esas palabras que diga después, analizarlas y hacerlas nuestras.
Este punto, sin duda, es el más importante: hablar con Dios.
3.- Rezar, no cumplir.
No debemos sentir la oración como nuestra obligación, como un deber, sino como un derecho, un regalo, un privilegio. No debemos rezar por cumplir con nuestro horario espiritual o nuestra oración de la noche, sino porque realmente queremos hacerlo. Nuestra relación con Dios debe ser la de dos buenos amigos, que cuentan las horas para contarse lo sucedido el uno al otro al estar juntos.
Oración no es obligación. En ocasiones, cuando voy a rezar y tengo ese sentimiento de “rezar por cumplir”, prefiero no rezar. Dios no merece nada a medias. Pero desde hoy cuando sienta eso, me diré a mi mismo: “la oración es un regalo, no lo desaproveches”.
4.- Constancia.
Cada día debo educarme en la oración, debo ir logrando una oración más profunda e intensa y, como decía el Padre Kentenich: “a caminar se aprende caminando, a amar se aprende amando” me atrevo a agregar “a rezar se aprende rezando”.
Mientras más constante seamos en la oración, más creceremos en ella.
Suele suceder que si dejamos de rezar un día no tendremos problema e dejar de rezar el siguiente, y el siguiente, y el siguiente…
Me salió un poco largo después de todo.. ¡y tanto que alego contra las entradas largas! ¡Bah!
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lunes, 5 de abril de 2010
PASCUA
La Pascua recién comienza. Os invito a seguir en ese espíritu.
"Desfallece Jesús, pero por su caída nos levanta, su muerte nos resucita. A nuestra reincidencia en el mal, responde Jesús con su insistencia en redimirnos, con abundancia de perdón. Y, para que nadie desespere, vuelve a alzarse fatigosamente abrazado a la cruz. Que los tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de Él. Como el niño débil se arroja compungido en los brazos recios de su padre, tú y yo nos asiremos al yugo de Jesús. Sólo esa contricción y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina."
"Vía Crucis". San José María Escrivá de Balaguer
"Desfallece Jesús, pero por su caída nos levanta, su muerte nos resucita. A nuestra reincidencia en el mal, responde Jesús con su insistencia en redimirnos, con abundancia de perdón. Y, para que nadie desespere, vuelve a alzarse fatigosamente abrazado a la cruz. Que los tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de Él. Como el niño débil se arroja compungido en los brazos recios de su padre, tú y yo nos asiremos al yugo de Jesús. Sólo esa contricción y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina."
"Vía Crucis". San José María Escrivá de Balaguer
domingo, 4 de abril de 2010
JRISTÓS ANÉSTI
Hoy ha vuelto a la vida, Quien es la Vida misma,
ha vencido a la muerte, Quien nunca muere,
nos ha regalado la Vida Eterna, el que es la Eternidad.
Hoy es Pascua de Resurrección,
empieza lo que nunca acaba
se inicia lo que siempre vuelve a comenzar...
¡Aleluya!¡Aleluya!
Jristós anésti
¡Alithós anésti!
ha vencido a la muerte, Quien nunca muere,
nos ha regalado la Vida Eterna, el que es la Eternidad.
Hoy es Pascua de Resurrección,
empieza lo que nunca acaba
se inicia lo que siempre vuelve a comenzar...
¡Aleluya!¡Aleluya!
Jristós anésti
¡Alithós anésti!
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sábado, 3 de abril de 2010
SÁBADO SANTO
¿Quién más que Agustín podría dedicar tan hermosas palabras a este día, a veces, olvidado por los cristianos y sobre el que hay tan poco?
"Por lo tanto, el Salvador fue depositado en un sepulcro que no era suyo, dando a conocer que moría por la salvación de los demás. ¿Por qué habría de ser colocado en un sepulcro propio el que no había muerto para sí? ¿Por qué habría de tener tumba en la tierra aquél cuyo trono permanecía en el cielo? ¿Por qué habría de tener sepultura propia quien no estuvo en el sepulcro más que tres días, no como muerto, sino como descansando en un lecho? El sepulcro es la habitación de la muerte. No era necesario, pues, que Cristo, que es la Vida, tuviese habitación de muerte ni necesitaba habitación de difunto el que nunca muere."
Sermón 2 Sobre el Sábado Santo
"Por lo tanto, el Salvador fue depositado en un sepulcro que no era suyo, dando a conocer que moría por la salvación de los demás. ¿Por qué habría de ser colocado en un sepulcro propio el que no había muerto para sí? ¿Por qué habría de tener tumba en la tierra aquél cuyo trono permanecía en el cielo? ¿Por qué habría de tener sepultura propia quien no estuvo en el sepulcro más que tres días, no como muerto, sino como descansando en un lecho? El sepulcro es la habitación de la muerte. No era necesario, pues, que Cristo, que es la Vida, tuviese habitación de muerte ni necesitaba habitación de difunto el que nunca muere."
Sermón 2 Sobre el Sábado Santo
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jueves, 1 de abril de 2010
VÍA CRUCIS I
De a poco nos acercamos a ese día tan triste y doloroso para los cristianos, pero que a su vez demuestra la total humanidad de Jesús... un adelanto.
¡Cómo se sublevaría mi sentimiento de justicia si alguien quisiera castigarme injustamente! ¡Cómo me defiendo yo contra la desgracia cuando pienso que no la merezco! Y eso, a pesar de saber que soy muy culpable. ¡Cómo debe conmover profundamente a Jesús la miserable farsa del tribunal! Pero Él calla. Acepta la sentencia voluntariamente porque encierra la santísima voluntad del Padre y porque se trata de nuestra salvación.
"Vía Crucis", Romano Guardini
¡Cómo se sublevaría mi sentimiento de justicia si alguien quisiera castigarme injustamente! ¡Cómo me defiendo yo contra la desgracia cuando pienso que no la merezco! Y eso, a pesar de saber que soy muy culpable. ¡Cómo debe conmover profundamente a Jesús la miserable farsa del tribunal! Pero Él calla. Acepta la sentencia voluntariamente porque encierra la santísima voluntad del Padre y porque se trata de nuestra salvación.
"Vía Crucis", Romano Guardini
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