lunes, 12 de abril de 2010

LA ORACIÓN (De la caja roja 1)

Durante el fin de semana ordenando unas cosas encontré -dentro de la gran caja roja de madera que normalmente tengo en mi pieza pero muy rara vez abro- unos cuadernos en los que alguna vez escribí.. son de 2006 y 2007 aproximadamente. Los transcribí textual para no "contaminar" de alguna manera lo que pensé en esos tiempos.
Esto, por ejemplo, lo escribí el 22 de Noviembre de 2006. Ahí voy.. ¿o ahí fui?


San Alberto dice que la oración debe ser el alimento del apóstol, su principal arma. La oración es el momento o uno de los momentos en que estamos más cerca de dios, más aún la oración en comunión con Él.
Pero a pesar de que todos sabemos esto sobre la oración (y mucho más) nos cuesta mucho hacer de este acto algo realmente importante y necesario en nuestra vidas, por lo menos es mi caso.
Debo aprender estos puntos, pero sobre todo ponerlos en práctica.

1.- Cerrar las puertas de los sentidos.
Obviamente me es muy difícil concentrarme (y no sólo en la oración). Hay que esforzarse por lograr estar sólo Dios y yo, frente a frente, cara a cara. Si para eso es necesario cerrar los ojos, dejar de respirar, taparse los oídos, debo hacerlo; si es necesario estar mirando un crucifijo o una imagen de María, si es necesario prender un incienso u oler una flor, o poner alguna música especial, debo hacerlo.
Dios merece que nuestro diálogo con Él sea fluido y vale la pena cualquier cosa para lograr esa concentración necesaria. Él nos habla todo el tiempo, a cada instante; debemos por lo tanto dedicarle un tiempo importante para hablarle.

2.- Hablar con Dios… ¡Sí, Dios!
Suele suceder, sobre todo en oraciones grupales, que uno, al rezar, se olvida de estar hablando con Dios y se esfuerza por hacer una oración estéticamente perfecta sin importar el verdadero sentido y el significado de lo que está haciendo.
Es necesario tomar conciencia de que no estoy hablándole a un amigo o algún santo… le estoy hablando a mi Dios, al mismísimo Dios, a quien creó el universo. En ese momento de oración no se me puede olvidar eso: “estoy hablando con Dios”. Nuestra conexión debe ser muy profunda y llena de fe.
Lo más probable es que todo recemos el Padre nuestro, el Ave María o cualquier oración “prefabricada” de memoria y sin pensar y analizar siquiera lo que estoy diciendo. También ahí debo estar consciente de rezarle a Dios esas palabras. Lo mismo cuando el padre en misa diga “oremos…” Esas palabras que diga después, analizarlas y hacerlas nuestras.
Este punto, sin duda, es el más importante: hablar con Dios.

3.- Rezar, no cumplir.
No debemos sentir la oración como nuestra obligación, como un deber, sino como un derecho, un regalo, un privilegio. No debemos rezar por cumplir con nuestro horario espiritual o nuestra oración de la noche, sino porque realmente queremos hacerlo. Nuestra relación con Dios debe ser la de dos buenos amigos, que cuentan las horas para contarse lo sucedido el uno al otro al estar juntos.
Oración no es obligación. En ocasiones, cuando voy a rezar y tengo ese sentimiento de “rezar por cumplir”, prefiero no rezar. Dios no merece nada a medias. Pero desde hoy cuando sienta eso, me diré a mi mismo: “la oración es un regalo, no lo desaproveches”.

4.- Constancia.
Cada día debo educarme en la oración, debo ir logrando una oración más profunda e intensa y, como decía el Padre Kentenich: “a caminar se aprende caminando, a amar se aprende amando” me atrevo a agregar “a rezar se aprende rezando”.
Mientras más constante seamos en la oración, más creceremos en ella.
Suele suceder que si dejamos de rezar un día no tendremos problema e dejar de rezar el siguiente, y el siguiente, y el siguiente…

Me salió un poco largo después de todo.. ¡y tanto que alego contra las entradas largas! ¡Bah!



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