Esto lo escribí el 17 de enero de 2007, camino a Lonquimay. También estaba dentro de la caja ya mencioanda.
¿Por qué cuesta tanto creer?
El hombre está tan reacio a creer. No solo no hay fe en Dios, sino en todo. Tal vez, por un lado esté bien: no creer “porque sí”, sino buscar una razón más profunda, cuestionar para fortalecer nuestra fe, nuestras convicciones.
Debo reconocer que yo también me cuestiono de vez en cuando muchas cosas y estoy en desacuerdo con muchas otras también, mas de algún modo siento que esos cuestionamientos tienen fruto y fortalecen mi fe.
Fe es la esperanza de lo que creemos, la convicción de lo que no vemos; tal vez por eso al mundo le cuesta tanto creer, porque le cuesta creer en lo que no puede tocar, oler, etc… Pero ¿acaso no vemos a Dios en cada minuto de nuestras vidas? ¿no lo vemos en cada persona que está alrededor nuestro? Hay tantas cosas donde podríamos ver a Dios y no lo hacemos. Desde la Eucaristía hasta el hecho de que “un semáforo nos toque verde”. Para ver esas cosas no debemos abrir al máximo nuestros ojos, sino abrir nuestro corazón. Como decía Saint-Exupéry: “Lo verdaderamente importante solo es visible a los ojos del corazón”, nosotros, como cristianos, podríamos decir “a los ojos de la fe”.
¡Muy acertado, querido amigo. Un abrazo y unidos en la oración!
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